«El cáncer ya se cura. Hay que ser positivos siempre», repite en varias ocasiones Francisco Manuel Iglesias (54 años). Él es la prueba fehaciente de lo que afirma y eso que desde el primer momento que el cáncer irrumpió en su vida, hace 12 años, le hicieron ver que también mata. Apareció como un bulto en la espalda que resultó ser un melanoma muy agresivo y del que le alertó un amigo. «Se lo comenté a mi médico en el centro de salud y enseguida empezaron a hacer pruebas porque no parecía ser un bulto sin más», recuerda. Y no lo era: «me dieron unos 14 días de vida y me dijeron que tenían que operarme inmediatamente», añade el histórico dirigente vecinal de Cáceres el Viejo.

Estaba en tal estado de ‘shock’ que solo acertó a preguntarle a su oncólogo si se le iba a caer el pelo, dejando a la vista una cicatriz que tiene desde la infancia en la cabeza. «Y pensé que tenía que pelear porque mi hija, que tenía entonces 17 años, no se podía quedar sin padre. Así que le dije al médico que me ponía en sus manos y que seguro que iría bien». Así fue, pero vivió una carrera contra el reloj en la que los médicos trataban de detener el avance de la enfermedad. Le operaron cuatro veces en dos meses para ir extirpando tumores en las axilas, las mamas, una costilla flotante... «Fue duró (recuerda), pero pasó». Aunque, inevitablemente, en cada revisión anual le asalta de nuevo la incertidumbre. «En los días previos estás nervioso, no duermes, piensas: ¿y si vuelve?. Pero cuando escuchas: estás limpio. Sueltas una enorme losa».