Más allá de crisis económica, este catedrático de Psiquiatría considera que el aumento en el consumo de psicofármacos tiene su origen en que ha aumentado la cifra de psicopatologías diagnosticadas. Algo que para él tiene "su lado bueno y su lado malo". El bueno, que se están atendiendo problemas que antes no se identificaban y, por lo tanto, no podían tratarse. El malo, que en ocasiones se recurre a los medicamentos para problemas "que antes se lograba solucionar de otra manera".

--¿Le sorprende que Extremadura sea la tercera región española con un mayor consumo de antidepresivos per cápita?

--Las ratios no son muy diferentes de las de la mayor parte de las comunidades autónomas. Aunque estemos en tercer lugar, la diferencia no es llamativa.

--El consumo de antidepresivos y tranquilizantes se ha incrementado sensiblemente en los últimos dos años, ¿los problemas derivados de la crisis económica pueden tener algo que ver con ello?

--El aumento del consumo de psicofármacos puede tener más que ver con que han mejorado los servicios de asistencia psiquiátrica, lo que permite identificar problemas que antes no se identificaban. Ese sería el aspecto positivo del incremento. Sin embargo, otra lectura es que se han producido una serie de cambios en la población que han llevado a medicalizar situaciones y circunstancias que anteriormente no se entendían como resultado de un proceso psicopatológico. Situaciones de malestar habitual, en las que antes se decía "estoy triste" y ahora se dice "estoy deprimido". Hay muchos pacientes que posiblemente están tomando antidepresivos para problemas que necesitarían otro tratamiento. El problema es que antes había más tolerancia en la población frente al sufrimiento que ahora y no se trataban como problemas depresivos o de ansiedad situaciones que ahora sí se identifican como tales.

--¿Como cuáles?

--Una persona si se siente mal unos días o nervioso, a menudo va al médico, que le manda algo para quitarle eso rápidamente. Muchas veces se medicalizan situaciones, por ejemplo de duelo, que se caracterizan por el dolor y el malestar que se sufre, y se le dan al paciente antidepresivos en lugar de ayudarle a asumir su tristeza. En ocasiones conviene esperar a que el tiempo resuelva los problemas. Este es un elemento terapéutico que hemos eliminado. La gente no sabe esperar, algo que puede tener que ver con la idea de que la medicina debe proporcionar un alivio eficaz e inmediato para todo. Se piensa que el sufrimiento y el malestar no pueden existir.

--¿Se puede establecer algún tipo de perfil de las personas que recurren a este tipo de medicamentos en función del género o la edad?

--En principio, los trastornos de ansiedad son el doble de frecuentes en las mujeres que en los hombres y por tanto el consumo de psicofármacos también es mayor. Posiblemente hay factores hormonales que favorecen que eso se produzca. En cuanto a la edad, ahora tenemos más personas de edad avanzada en tratamiento porque el envejecimiento es un factor de riesgo para la depresión y la ansiedad. Este afecta el sistema nervioso y hace que sea más fácil tener problemas de este tipo. Aparte, los antidepresivos son cada vez más seguros y se pueden utilizar en personas mayores con otro tipo de complicaciones, algo que antes no sucedía.

--¿Puede tener efectos adversos serios el consumo de estos medicamentos?

--El mayor inconveniente es que, si se utilizan sin control, pueden producir dependencia, igual que sucede con otros medicamentos pero, si se emplean con control médico, no tiene por qué haberlos.