Alrededor de la medianoche, Cuba anunciaba el final del mundo antiguo. Cuando Raúl Castro informó ayer a esa hora de la muerte de su hermano Fidel, se cerraba el último capítulo del enfrentamiento que durante el siglo pasado tuvo al mundo dividido en dos mitades tan enfrentadas como incapaces de entenderse.

Ahora la figura política que se fue hace ocho años dará paso a la figura histórica de uno de los líderes contemporáneos que ha generado más controversia entre afines y detractores. De Castro nadie niega que fuera un dictador, pero se defiende la figura del dique frente al imperio. Detrás de él había un proyecto liberador, una forma de entender la igualdad y de ejercer la justicia. El Estado debía llegar a los más pobres y gracias a la educación y la salud universal, hoy Cuba tiene indicadores de esperanza de vida y alfabetismo de primer nivel mundial. Basta mirar la región, desde Guatemala a Panamá, por no mencionar a sus vecinos del Caribe como República Dominicana o Haití, para entender que la revolución que él lideró tuvo sentido y que nadie debería camuflar lo evidente.

El problema es que, como la canción del poeta cubano Pablo Milanés, «los días de gloria -que cerraban esperas y abrían ventanas- se fueron volando» y a Castro, la Historia también le juzgará con la severidad de quien ha mantenido a todo un pueblo rehén de sus propias ambiciones, en un régimen que convive mal con quien disiente. La diferencia con Pinochet, Videla o Trujillo es un abismo y al castrismo no le perseguirá la sombra de miles de muertos y torturas.

Tal vez sean solo cientos, pero la libertad y el respeto a los derechos no es cuestión de cantidad, sino de principios. Los mismos que usó a su antojo durante más de medio siglo perseguirán su memoria.

Por la vía diplomática

Los historiadores debatirán el legado de Castro durante décadas, y aunque buena parte de él, de sus éxitos, fracasos y agujeros negros siguen presentes en una sociedad cubana que vive todavía impregnada en el castrismo, Cuba ha cambiado desde que Fidel se retiró de la vida pública. Vaya si ha cambiado. Para empezar, económicamente -a pesar del embargo americano-, el punto mas débil y obsoleto de la ideología comunista. Desde la reforma iniciada en el 2010, el Estado ha abierto la puerta a la creación de capital privado de pequeños emprendedores en los paladares y casas de alojamiento, ha dado mayor autonomía a los agricultores y facilidades para entrar y salir a la isla. Pero los cambios mayores han llegado por la vía diplomática, estrechando lazos con el Vaticano del Papa Francisco y, sobre todo, firmando con los EEUU de Obama un acuerdo histórico que liquidó la guerra fría.

Aun con Castro en la trastienda, pero con su ideología envolviendo Cuba como si pudiera permanecer aislada como una cápsula en el tiempo, el país ya había empezado a distanciarse de lo peor de su legado, y aunque los funerales del comandante nos devolverán la memoria y la figura, serán ya el último acto de una época pasada. Ahora sí: se fue.