Es una lección histórica que los ideólogos de Bush conocen: las ´guerras globales´, como la que ha empezado, definen las instituciones y las reglas del sistema internacional, y éstas responden a intereses de los vencedores.La guerra de Irak no se explica sola ni principalmente por el desarme de

Sadam o el objetivo, ilícito según el derecho internacional, de derrocar a su Gobierno. Para ese intento de transmutar una guerra ilegal en el acto constituyente de un nuevo orden mundial a la medida de la ´República imperial´ conviene que la guerra sea corta, con pocas bajas propias, y que se evite un desastre humano (o que logren ocultarlo, como en Afganistán).Pero ese escenario puede ser ilusorio. Una guerra larga, con un ´síndrome de Bagdad´ como edición ampliada del síndrome de Vietnam o de Somalia, con miles de víctimas inocentes y con fronteras desbordadas con oleadas de refugiados, llevaría al trío de las Azores a un atolladero del que no sería fácil salir.