Las protecciones contra el coronavirus se acaban en las funerarias desde hace cuatro días. Una circular de Panasef, patronal de servicios funerarios, urgía a sus socios el 17 de marzo: «Tened en cuenta que el material escasea y que procederá de los centros sanitarios. Debéis remitirnos un correo con la previsión exacta de hasta cuándo tenéis».

El pasado 13 de marzo, Sanidad emitió un Procedimiento para el manejo de cadáveres de casos de covid-19 de 11 páginas que manda a los funerarios «aplicar medidas de protección similares a las del personal sanitario». O sea, necesitan mascarillas, guantes, monos y gafas.Pero en los pueblos de la provincia de Burgos, con siete muertos en 48 horas, un funerario refiere que le quedan mascarillas para 50 casos; no más.

En Madrid, la situación acucia en la capital, y algo menos fuera, donde «están mejor surtidas las funerarias que hacen recogidas judiciales», explica el profesional David C. Es decir, las de los accidentes. En Cantabria están «bajo mínimos», admite David G., empresario funerario, y se desespera: «Nos consideran personal sanitario, pero poco menos que nos dicen que nos vamos a tener que buscar la vida».

En Barcelona, en Mémora, principal funeraria de Cataluña, aseguran: «Estamos en la misma situación que el resto: buscando alternativas de suministro en previsión de la situación». Una portavoz del grupo Áltima, que entierra en Barcelona y Girona, resume: «Estamos igual». En Valencia, Isabel Ortega, dueña de un tanatorio, asegura: «No sé si nos servirá material Sanidad, pero si se acaba no voy a poner en riesgo a mi gente».

Al gasto de material contribuye un círculo vicioso. «La gente muere ahora más en sus domicilios, porque no puede ir al hospital -relata David G-. Y si vas a la casa nunca tienes claro qué es lo que hay. Así que toca protegerse». Parecidas dudas asaltan al recoger en el hospital. Una pareja de funerarios, cuando llega a la morgue, consulta el certificado de defunción. «Y se encuentran en causa de la muerte una neumonía bilateral. Así que tienen que preguntar: ‘¿Pero esto es coronavirus?’». «Yo me he encontrado un infección respiratoria. Así que, mascarilla, guantes... porque será lo que creo», relata David, el cántabro.

El día 18, en la Instrucción marcando las prioridades en materia de sanidad mortuoria de la Junta de Castilla y León apareció la palabra afecto en el frío texto burocrático... para proscribirla: «Se prohíben todos los velatorios (...). Asimismo se procurará evitar todo tipo de manifestaciones afectuosas». Paradoja del negocio: son perentorios sus servicios, y se hunden sus beneficios un 50%, coinciden los consultados. El coronavirus ha fulminado de lo fúnebre lo que es pompa: no se alquilan salas porque se prohíben velorios, ni se gasta en el bar, ni en flores, ni en recordatorios, ni en maquillar al difunto, ni en ataúdes caros que nadie verá. Es más: apenas hay tiempo ya para enterrar. La orden de la Junta dice: «No será necesario esperar 24 horas para dar destino final al cadáver».

Un funerario leonés lo explica más castizamente: «Solo podemos ensobrar… y al horno». Meter en el sobre es en el argot colocar al finado en la caja. Y, además, desde que estalló la epidemia de coronavirus son menos las muertes ordinarias, pues no hay apenas cirugías, ni accidentes. Los óbitos que daban beneficios y empleo son sustituidos por funerales de urgentes y ruinosos debido a la pandemia.