Karol Wojtyla pasó las horas de su agonía en la cama de su apartamento particular, que ocupó durante más de 26 años, ubicado en el tercer piso de los llamados Palacios Apostólicos. La ventana de esta habitación se halla a la derecha de otra, más conocida, desde la que el Papa se asomaba a la plaza de San Pedro, justo en el ángulo del edificio, y desde la que llevó a cabo sus últimas apariciones públicas.

El cuarto, en el que el Pontífice permaneció recluido desde el jueves pasado, está pintado de colores muy claros, casi blancos, así como la cama en la que descansaba. Blancas eran también las sábanas y la manta que lo envolvían.

Esta es la primera e inédita descripción de la habitación de Juan Pablo II proporcionada ayer por el cardenal Mario Francesco Pompedda, expresidente del tribunal vaticano, que el jueves fue a saludar a Juan Pablo II. "La cama del Papa estaba casi en el centro de la gran habitación, era una cama grande con mantas blancas, todo era blanco", relató el cardenal.

Sobre almohadones

En el momento en que el responsable pudo entrar en los aposentos, "el Papa estaba recostado sobre algunos almohadones, un poco girado hacia la derecha". "Tenía los ojos semicerrados, pero no estaba dormido", añadió. "Cuando le han dicho que yo estaba allí, ha abierto completamente los ojos". El cardenal aseguró también que había quedado "capturado por la belleza de aquella mirada sonriente". "Claramente, quería que yo entendiese que me había reconocido", añadió el cardenal Pompedda.

En estos días, respondiendo a la curiosidad de los informadores, el portavoz Joaquín Navarro-Valls había explicado que Wojtyla estaba continuamente cuidado por personas que siempre le habían sido "cercanas". El portavoz vaticano explicó también que cada vez que iba a ver al Papa lo hallaba en compañía de su secretario personal, monseñor Stanislaw Dziwisz, y de otro secretario, monseñor Mietek. "Junto con ellos estaba siempre alguna de las tres monjas" que le asistían en el apartamento, manifestó.

El relato coincide, a grandes rasgos, con la descripción realizada por Pompedda: "Al lado del Papa se encontraban dos enfermeras y el médico que manejaba aparatos y medicinas, mientras que, en dos butacas, había una monja y el secretario". También se encontraba allí su médico personal, Renato Buzzonetti. Tras el encuentro, el prelado confesó: "Verle así, tendido en aquella cama de mantas blancas, me ha provocado una gran impresión, y más aquellos ojos que me han seguido hasta que he abandonado el cuarto".