El calentamiento atmosférico ya ha alterado los ciclos de los cultivos agrícolas en grandes partes de Europa. Las épocas de floración y cosecha de los cereales, por ejemplo, se han adelantado varios días de media en España. Además, el progresivo auge de las temperaturas hace que a su vez aumente la evapotranspiración (agua del suelo que vuelve a la atmósfera por la evaporación y la transpiración de las plantas). En el regadío, esto se traduce en un mayor consumo de recursos, tanto de agua como de energía, y en el secano en un mayor estrés hídrico para la planta, que merma las producciones.

Aparte, hay otros efectos indirectos, como los vinculados a las plagas, «que pueden tener más afección por el incremento de temperaturas o porque en el invierno hiele menos», explica Javier Alejandre, técnico de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA).

Estas consecuencias del cambio climático se están apreciando ya, señala Alejandre, y «la previsión es que todas se vayan acentuando» en las próximas décadas. «Los datos de Agroseguro empiezan a apuntar que se producen más fenómenos de pedrisco y que afectan a más superficie». En esta misma línea, las proyecciones climáticas prevén un descenso de los días de helada, pero «aunque hiele menos, hay más probabilidad de que se produzcan heladas fuera de temporada». Y un helada tardía «puede llevarse por delante la cosecha de nectarina o de ciruela de las Vegas Altas», señala. Para este técnico de UPA el impacto del cambio climático en la agricultura se resume en un «incremento muy grande del riesgo de las explotaciones, que puede venir derivado de una sequía, el pedrisco, o una helada a destiempo».

Una situación que incidirá de forma generalizada en todo el sector: desde en las frutas de hueso hasta en la vid, pasando por el olivo. También en los cultivos de secano y los pastizales. «Los suelos de Extremadura tienen una capacidad de retención de agua limitada. Eso significa que si el régimen hídrico es frecuente, es un vergel, pero si hay periodos de sequía, las producciones se vienen abajo, lo que hace que todavía haya más vulnerabilidad ante un episodio de sequía».

A inicios del año pasado, UPA se convirtió en la primera organización agraria española en lanzar un programa de adaptación de la agricultura y la ganadería al cambio climático, denominado InfoAdapta-Agri. Actualmente se trabaja en su segunda fase, que se ha centrado en el estudio de tres prácticas agroganaderas: la monitorización de plagas, tanto para amortiguar sus daños como para reducir los gastos en fitosanitarios; la siembra directa como manejo del suelo, para que la planta disponga de una mayor humedad; y el uso racional del agua apoyándose en las nuevas tecnologías.