Centenares de cadáveres mutilados, amontonados en ataúdes sin sellar y con señales de haber sido torturados de forma salvaje y posteriormente ejecutados. Este fue el macabro descubrimiento que ayer hicieron soldados británicos al penetrar en una base militar abandonada de Al Zubayr, en las proximidades de la ciudad asediada de Basora.

Según los mandos británicos, la morgue formaba parte del aparato represivo del régimen de Sadam Husein en el sur de Irak, donde la población chií ha sido tradicionalmente hostil a Bagdad. La documentación hallada en el interior del recinto, que pertenecía a la 51 División del Ejército de Sadam, apunta a que ha estado en funcionamiento desde el año 1985. Los restos humanos hallados en Al Zubayr presentaban, según las primeras investigaciones, mandíbulas hundidas, quemaduras y disparos en la sien.

PAREDON CON RETRATO

Algunos de los cadáveres estaban envueltos en jirones de uniformes militares, aunque se descarta que pertenezcan a soldados muertos durante la campaña militar anglo-norteamericana. En el interior, los soldados británicos hallaron también un paredón donde se supone que eran ejecutadas las víctimas, junto a un retrato del dictador iraquí.

Entretanto, las fuerzas leales a Sadam cercadas en Basora comenzaron a dar muestras de desesperación. Los ratas del desierto , especializados en el combate urbano, se encontraban ayer a tan sólo tres kilómetros del centro de Basora y seguían registrando las casas de presuntos individuos leales a Sadam en la periferia de Basora, donde mantienen el cerco a unos tres kilómetros del núcleo urbano, que tiene un millón y medio de habitantes, en su mayoría chiís, y que está situada en una zona rica en yacimientos de petróleo.

Según afirmó ayer el diario Asharq Al-Awsat , los líderes locales del partido Baaz estarían dispuestos a rendirse si Bagdad cae. Temiendo ser objeto de represalias por parte de los civiles, los baazistas de Basora han pedido la protección del imam Mohamed al Boslimi, autoridad religiosa local. El portavoz de las fuerzas británicas, Al Lockwood, conminó a los asediados a que ellos "tomen la iniciativa" y eviten así un baño de sangre.