Vergüenza, pena, ansiedad, tristeza... Son las palabras que usan para describir la realidad que están viviendo. Hablan de una sociedad rota y de enfrentamientos cada vez más exaltados (en la familia, en los grupos de amigos, en las redes sociales). Temen que no haya vuelta atrás y están convencidos de que la manipulación es un grave problema. Culpan, por igual, a los dirigentes políticos de ambas partes y aseguran que no esperaban llegar a extremos como las dolorosas imágenes de las cargas policiales. Creen que la reconciliación, como lo llaman, va a ser difícil, pero tienen -y quieren- seguir viviendo en una tierra que sienten como suya y por eso apelan al diálogo para «poder estar tranquilos».

Son las reflexiones que, desde Cataluña, transmiten extremeños que emigraron hace décadas y que allí establecieron su hogar (según los datos del INE, hay unos 120.000 actualmente). Dos semanas antes del 1-O compartieron su vivencia con EL PERIÓDICO EXTREMADURA y ya hablaron de temor, división y crispación; ahora, además, permanecen en constante estado de alarma a la espera del siguiente paso y sus consecuencias. En sus relatos se expresan con mayor vehemencia que antes: reconocen que las posturas están cada vez más polarizadas.

«No esperaba esto»

«A las dos partes se les ha ido de las manos. Yo no esperaba esto. No han sabido gestionar nada de lo que ha pasado, y da mucha pena. Los políticos se tienen que sentar a hablar porque la sociedad está dividida. Gente que no suele dar nunca su opinión ahora se expresa en las redes sociales y crece la polémica», manifiesta Inmaculada Ladera, hija de emigrantes de la localidad pacense de Feria y residente en L’Hospitalet de Llobregat. Insiste en que ella apoyaría un referéndum legal porque quiere votar «no a la independencia». «Ahora los que no somos independentistas nos sentimos muy solos», añade.

«Todo lo que ha pasado ha sido muy triste», se lamenta. Y cuando se le pregunta por la actuación de las fuerzas de seguridad del Estado, expresa: «Claro que te escandalizan las imágenes de la policía, porque la violencia no se puede justificar nunca, pero a cada cual le ha tocado hacer su papel. Y la culpa no es de la policía, sino de los de arriba que les dicen: ‘a por ellos’. La culpa la tienen Rajoy y Puigdemont».

«Yo creo que saldremos de esta -continúa-, pero la sociedad ya está fracturada y va a costar mucho unirla».

Desde Barcelona, el portavoz del Hogar de Extremadura en esta ciudad, Prudencio Exojo (natural de Villanueva de la Serena), lanza: «¿Quién defiende mis derechos como español aquí?». Dice estar muy preocupado por el desenlace final e incluso se plantea marcharse de Cataluña y volver a Extremadura «si la situación se complica aún más». «Aunque espero no tener que llegar a este extremo», subraya. Está en contra de la independencia y es consciente de que defiende sus argumentos cada vez con más ímpetu. Un reflejo de cómo la polarización se contagia. «Lo cierto es que vamos hacia actitudes irreconciliables».

«Nos hace daño a todos»

Carmen Arroyo, vicepresidenta en este Hogar de Extremadura en Barcelona y procedente de Navalvillar de Pela, lo tiene claro: «Van a tener que pasar décadas para poder superar esto». Ella pone el foco en los enfrentamientos dentro de las familias o con los amigos. «No es que ya no se pueda hablar de política, es que la crispación es constante. Me produce una tristeza inmensa todo lo que está pasando, no he visto nunca algo así. Siempre me he sentido muy a gusto en Cataluña». También alerta de la imagen que se está enviando al exterior, de cómo Europa está viendo a España: «Esto nos hace daño a todos».

«Nos hemos vuelto locos, es una auténtica vergüenza, por una parte y por la otra. Somos unos salvajes», resume Dolores Herrero, residente en Santa Margarida de Montbui y natural de Santa Amalia. «Me siento fatal, yo quiero mucho a Cataluña», expresa esta extremeña que tiene sobrinos, también de padres emigrantes, a favor de la independencia: «No he hablado con ellos».

«Y lo peor -prosigue Dolores- es que no sabemos qué va a pasar ni cómo vamos a acabar. Los políticos deben llegar a un acuerdo y que esto no vaya a más porque puede ser muy peligroso. Las cosas no se pueden hacer así».

Aunque saben que la reconciliación de la sociedad va a ser una dura tarea, creen que es la única opción para convivir con sosiego en una tierra que, insisten, es más que acogedora. Más allá de la opción de cada uno, y aunque cada vez cueste más acercar posturas, reiteran que la reflexión y el debate constructivo son las únicas opciones para no tener que lamentar aún más las consecuencias de una mala gestión política.