Las campañas ya no son lo que eran. Ni grandes caravanas, ni plazas de toros, ni golpes de efecto. Las campañas en son ahora un hilo infinito de Twitter y un debate en la televisión. Por eso nos cuesta tanto distinguir el tiempo de campaña del que no lo es. Solo se diferencia por el peso de la Junta Electoral en la acción política. Los partidos han aprendido que lo más rentable para ellos es tener a sus electores presos en sus burbujas digitales, alimentar sus más bajos instintos y evitar la confrontación de ideas. Cada spin doctor arma como puede su algoritmo y las máquinas de los partidos se deben ceñir al guion. A veces tan rígido que impide formar gobiernos que son evidentes. Y vuelta a empezar. A tenor de las encuestas, los algoritmos en baja forma son el del PSOE y el de Ciudadanos. Ambos fueron víctimas de la anterior campaña electoral que les impidió el pacto que querían pero que negaron una y otra vez antes de las elecciones. En el caso de Albert Rivera, por ahora, solo retiene a uno de cada cuatro votantes que tuvo en abril.

Hipnotizar a los electores es un mal negocio. Da unos puñados de votos, incluso permite ganar elecciones, pero impide la política. Si no que se lo pregunten a ciertos dirigentes del independentismo. Pedro Sánchez creó en abril el espejismo del gobierno de izquierdas contra el «trifachito». Con ello movilizó a muchos votantes y generó determinadas expectativas que no se han visto cumplidas. Muchos de los que le votaron aún hoy no saben por qué deben volver a las urnas. ¿Por la cabezonería de Pablo Iglesias de tener ministros? ¿O por los restos del viejo aparato socialista que añora el bipartidismo? Algo parecido les ocurre a los votantes de Rivera. Les sugestionó con la pretensión de sustituir al PP pero sin hacer lo que siempre hacen los populares: bloquear si no pueden gobernar. Pero la copia siempre es peor que el original. Así que muchos van a volver a casa.

Parece que ya ni el señuelo de la mano dura con Cataluña seduce a los electores naranjas, prefieren el original de Vox. Por esos caminos, Sánchez puede ser investido a la primera pero no va a gobernar, va a administrar.

Curiosamente, los gurús no siempre atienden los datos de las encuestas. Desde antes de la elecciones de abril y aún hoy mismo, el acuerdo preferido por los encuestados es el del PSOE con todo lo que hay a la izquierda de Ciudadanos, incluido el PNV y Esquerra. Curiosamente, también, en España se considera que el partido mejor preparado para solventar la crisis catalana es el PSOE. Y en Cataluña, se opina lo mismo respecto a Esquerra.

¿Por qué el ruido les impide a unos y a otros ver el bosque? Nadie duda a estas horas que si el PP, Ciudadanos y Vox suman 169 diputados harán un gobierno como una casa. Pero nadie sabe lo que hará la izquierda. Seguirá dudando hasta el final de los tiempos. Los asesores de Sánchez tratan en este tramo final de la campaña construir un centro virtual con Vox en un extremo y los independentistas en el otro. Pero la hipnosis no es seguro que funcione esta vez: es tan evidente que Ciudadanos y el PP están en uno de los extremos como que Franco no podía seguir en el Valle de los Caídos.