Pedro Solbes se define a sí mismo como "un hombre corriente en todo", pero quienes le conocen dicen que es, sobre todo, un hombre tranquilo que ha hecho carrera gracias a su amplio conocimiento de los entresijos de la Unión Europea (UE). Nacido en Pinoso (Alicante), el 31 de agosto de 1942, desde que ingresó en la carrera funcionarial como técnico comercial del Estado, en 1968, no ha dejado de estar vinculado a los asuntos europeos.

Entre 1973 y 1978 fue consejero comercial en Bruselas y después, hasta 1980, ejerció de asesor del Ministerio para las Relaciones con la Comunidad Europea.

Esa experiencia hizo que el ministro de Economía y Hacienda del primer Gobierno socialista, Miguel Boyer, le nombrase secretario general técnico de su ministerio en 1982, y que lo incluyese en el equipo que negoció la incorporación de España a la Unión Europea. Su experiencia en el ámbito comunitario fue decisiva para que Felipe González confiase en él y, aunque no militaba en el PSOE, le nombrase ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, cargo que ocupó de 1991 a 1993.

Su buen hacer y su fama de persona tenaz y de negociador discreto le auparon en 1993 hasta el Ministerio de Economía y Hacienda. Después de la victoria electoral del Partido Popular, en 1996, dejó la primera línea política, pero su solvencia hizo que el Gobierno conservador le recuperase en 1999.

El presidente del Ejecutivo saliente, José María Aznar, le nombró, a propuesta del PSOE, comisario europeo, y se encargó de los Asuntos Económicos y Monetarios de la Comisión. Como comisario europeo, Pedro Solbes asumió, con éxito, la responsabilidad de poner en circulación la nueva moneda europea, el euro. En esos momentos su prestigio subió hasta tocar el cielo cuando, ejerciendo su papel de comisario, plantó cara a Francia y Alemania y les exigió que cumplieran el Pacto de Estabilidad europeo.