Tras la explosión, siguieron minutos de histeria, de carreras y luego, horas de angustia y tristeza. Los vecinos de Sangüesa, un pueblo de apenas 5.000 habitantes, nunca imaginaron que ETA irrumpiría en sus vidas de semejante manera. A pleno sol, la pequeña plaza de Santo Domingo estaba repleta de paseantes que acudían a sus trabajos, a las tiendas o a la Casa de Cultura. Cerca de las doce y media un terrible estruendo marcó para siempre el devenir del pueblo.

Muchos vecinos pensaron que el ruido procedía de una cantera cercana. En el colegio Luis Gil, a un centenar de metros del lugar del atentado, aventuraron que debía ser una explosión de gas. Pero el humo y los gritos por las calles transportaron la cruda realidad.

UN PUEBLO POCO ´BATASUNA´

Sangüesa es un pueblo situado a unos 45 kilómetros de Pamplona, lindero con Zaragoza. Según la policía, algún vecino proporcionó la información de que ayer los agentes acudirían a renovar los DNI. Pero Sangüesa no es un pueblo proclive a Batasuna. En las elecciones del domingo se impuso, con cinco concejales, la Agrupación Independiente de San Sebastián, cercana a la conservadora Unión del Pueblo Navarro (UPN). Los socialistas lograron cuatro ediles, e IU, uno. Igual que Herri Ekimena, una plataforma de la izquierda aberzale que no fue ilegalizada y que había mostrado su rechazo a la violencia.

Uno de los primeros vecinos que acudió a la plaza explicaba que se topó primero con Carlos Gallo, empleado de Telefónica al que conocía. Estaba practicándose un torniquete en la pierna que tenía herida, pero le aseguró que no estaba grave. A pocos metros ardían tres coches. Dirigió su atención a otra persona tendida en el suelo, con la cara ensangrentada, la camisa arrancada y gravísimas heridas en las piernas. Era el policía Ramón Rodríguez. Consciente, preguntaba por sus compañeros. Sabía que una bomba había explosionado al encender el contacto del coche. Cuando los vecinos intentaron incorporarle, se percataron de que prácticamente no tenía piernas.

Junto a los vehículos que continuaban ardiendo, un cuerpo inerte se hallaba tendido en el suelo. Ninguno de los presentes dudó de que estaba muerto. Y menos dudas cabían acerca de la otra víctima, aún en el interior del coche en llamas.

La propietaria de un comercio situado en la misma plaza explicó que la explosión la lanzó varios metros dentro de su tienda, y que tuvo que salir apresuradamente porque el techo se derrumbaba. Otra tendera contó que estaba atendiendo a una clienta cuando se produjo la explosión. "Pensé que sería una bombona de butano, pero cuando salí con la clienta que estaba conmigo, hemos visto el humo de la explosión", narró. Lo peor, sin embargo, fue cuando encontró restos humanos en un patio trasero y en un balcón. "Ha sido horrible, no se puede describir con palabras".

SUERTE

Un vecino comentaba su suerte, ya que había dejado el coche aparcado junto al de los agentes minutos antes de la explosión. Muchos mostraban una mezcla de angustia y alegría mientras aseguraban a los periodistas que acababan de pasar por esa misma plaza.

Los cadáveres permanecieron tapados con sábanas hasta las cuatro de la tarde, testimonios de la barbarie que ayer vivió Sangüesa.