Después de aquella noche "los niños estuvieron varios días contando cómo se habían podido escapar por las ventanas, subiéndose por azoteas, y cómo habían conseguido salvarse de todo aquello", recuerda Amparo Fernández, una de las maestras del colegio Cerro de Reyes, que en 1997 se acababa de incorporar a este centro.

Los alumnos que hoy estudian en el colegio Cerro de Reyes no habían nacido cuando ocurrió la riada, sólo algunos tenían entonces poco más de un año. Sin embargo, por este centro han pasado muchos de los que sufrieron aquella tragedia, tal y como atestiguan Amparo y su compañera Isabel López, que desde hace 20 años da clases en este colegio, que ha seguido el devenir de muchos de los afectados.

"Lo viví como una cosa durísima, en mi vida he visto una cosa igual. Para mí lo más impactante fue llegar por la mañana y ver a los vecinos recogiendo barro en silencio, sin un grito ni un lamento. Los que son siempre perdedores están acostumbrados a perder, asumen y aceptan resignados la tragedia", relata Isabel, quien afirma que la imagen que le marcó "fue ver un coche empotrado en un tercer piso".

Aquel día, los maestros atendieron a las familias, "estaban desoladas, intentamos consolarles como pudimos, luego convertimos el gimnasio en un ropero", explican.

Durante varios años "las madres venían angustiadas a por los niños en cuanto caían tres gotas". Muchos de sus alumnos han sufrido secuelas psicológicas, "no sólo perdieron sus casas, algunos se quedaron sin un familiar, y muchos se tuvieron que marchar y dejaron el colegio. Perdimos muchos alumnos y eso lo sentimos todos".

Cuando se les pregunta si los niños se han olvidado ya de la riada, ambas responden contundentes: "es imposible que se les olvide viendo cómo está todavía esto. Hay rincones del barrio que diez años después siguen pareciendo Kosovo".

Amparo asegura que los que nacieron poco después de la riada "llevan diez años de su vida viendo escombros" y recuerda que "la educación de la estética influye en su autoestima".

Estas dos maestras se muestran decepcionadas con la lentitud con la que se está recuperando el barrio. "En alguna ocasión se ha comentado en clase lo despacio que se van haciendo las cosas, a pesar de que hubo mucha ayuda". Creen que "la riada debería haber servido para que el barrio estuviera más agradable, y hubiera sido recompensado de alguna manera".