Habla por experiencia personal y profesional. Lo ha sufrido en primera persona: "la burocracia portuguesa pone muchas trabas a los españoles que quieren trabajar allí". José Luis Gil es secretario del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Extremadura y escritor --ha publicado La colina de las piedras blancas , finalista del Premio Caja Granada de novela histórica 2010--. "Nosotros hemos tenido colegiados trabajando en empresas portuguesas, porque allí hay agrónomos, pero no forman ingenieros. El papeleo es complicado. Por eso actualmente muchos servicios se prestan como colaboraciones", apunta.

Eso es lo que observa en el día a día de su profesión. Pero además, a él le tocó hacerse cargo de la gestión burocrática necesaria para que su esposa, médico de profesión, pudiese ejercer en el municipio alentejano de Borba. "Los trámites fueron complejos. Allí no hay colegios profesionales, sino un organismo, la Orden de Médicos, que regula todo el sector a nivel nacional. Está muy centralizado y todo hay que hacerlo entre Madrid y Lisboa; prácticamente todo lo exigen a nivel ministerial, de ministerio a ministerio", explica. "Creo que perdí la cuenta de los sellos que habían puesto en cada papel", bromea.

Por lo demás, José Luis valora positivamente la experiencia laboral de ingenieros y médicos en el país vecino. Lo dice sobre todo por lo que le traslada su cónyuge: "los salarios en la sanidad portuguesa son más altos que aquí; ofrece más estabilidad laboral --si obtienes una plaza es prácticamente para siempre--; y la sociedad, a diferencia de lo que ocurre en nuestro país, valora mucho a los médicos, tiene mucho respecto por los profesionales dedicados a cuidar de la salud. En el caso de los españoles más, porque aprecian mucho su formación".