Josefina Morcillo y su familia están desesperados. Su padre, Fabián Morcillo, tiene 83 años y sufre alzhéimer, una enfermedad que se va agudizando con el paso del tiempo. Y su madre, Josefa Rodríguez, de 80 años, está enferma de corazón y "no para de llorar". Le angustia esta situación que les hace ser dependientes, sobre todo a Fabián, y a la que se suma la dependencia económica, agravada por la crisis. Entre los dos ancianos cobran una pensión de 675 euros de los que más de la mitad --355-- están destinados a pagar el centro de día al que acude su padre en Badajoz, donde residen. "No sabemos que haremos el mes que viene porque la ayuda no llega".

El retraso inquieta especialmente en el caso de este gran dependiente ya reconocido pero sin noticias del plan individual de atención que frena la ayuda, cuyo proceso iniciaron en noviembre del 2007. Un año después le hicieron la primera valoración y seis meses más tarde, este enero, la segunda, que le determinó el grado III. Pero aún no tienen respuesta de la prestación que se le concede. "He llamado a todas las puertas y dicen que es un caso prioritario. La situación es agobiante y la gran perjudicada es mi madre". "Están jugando con las ilusiones de personas muy enfermas que vieron una vía para solucionar sus problemas y nada". G. M.