La reacción de los jóvenes extremeños ante las incertidumbres sociales y económicas generadas por la crisis puede ser calificada de tibia. Frente a la reacción airada de los jóvenes franceses, italianos, británicos, o más cerca, las movilizaciones en Cataluña, Madrid... En Extremadura, que comparte códigos de conducta con comunidades del sur y noroeste de España, las formas de reacción están siendo más bien comedidas ante tasas de desempleo juvenil alarmantes y un horizonte personal y profesional poco halagüeño. Existen diversos factores que explican esta reacción que no es sino reflejo de la peculiar idiosincrasia que aún caracteriza a la sociedad extremeña.

En primer lugar la persistencia de la red social de protección, singularmente la estructura familiar extensa y las complicidades en forma de obligaciones de ayuda mutua que se establecen entre las familias. Esto permite una determinada estrategia de respuesta ante la crisis. El sociólogo Miguel Laparra, a partir de los datos del último informe FOESSA, destaca que en nuestro país el 19% de los hogares está recurriendo a pedir ayuda a la familia y las amistades, recurso este que, por ejemplo, en otros países europeos, es siempre el último de los sistemas para afrontar las adversidades de la vida. Sin datos específicos sobre nuestra región, cabe suponer que esta estrategia es ampliamente usada por las familias en situación de paro crónico y que buscan "colocación" para sus hijos.

XDE OTRA PARTExse ha de considerar, que Extremadura es aún hoy una sociedad muy tradicional. Una de las señas de identidad de esta condición es el conformismo, entendido como aquella actitud de defensa frente a cambios e innovaciones que puedan poner en riego valores y tradiciones que se han mostrado eficaces ante el desorden, la incertidumbre y las desgracias. Una cierta eversión hacia la toma de postura que conlleven riesgo forma parte de esta mentalidad también. De tal manera que la reacción de los jóvenes ante los problemas que les acucian rara vez es visceral o violenta en nuestra región. A ello hay que unir el descrédito que existe en Extremadura respecto de la acción colectiva como estrategia de solución de problemas, frente a las acciones de carácter individual o familiar en todo caso. No es ajeno a esto la casi inapreciable conciencia de clase y la debilidad de los movimiento sociales que algunos atribuyen a que regiones como la nuestra nos sufrieron ni se beneficiaron de los procesos sociales propios de las sociedades industriales, al tratarse de una región eminentemente agrícola y ganadera con escaso tejido industrial.

En cierto modo esto explicaría también que el uso que los jóvenes dan a la nuevas tecnologías, y particularmente a las aplicaciones como las redes sociales virtuales y otras aplicaciones informática, tienen una aplicación más bien lúdica que de utilidad productiva, dicho esto en un sentido amplio. No basta disponer de línea ADSL y el correspondiente equipamiento informático para aprovechar todas las ventajas que ofrecen la NTICIs, como bien se sabe. Y ello, con independencia de que Extremadura sea una de las regiones con menos nivel de penetración de algunas Nuevas Tecnología del Estado como es la banda ancha de internet. A ello debe añadirse los recelos que persisten en buena parte de la sociedad extremeña ante los riesgos que entrañan estas nuevas tecnologías.

XA LOS MOTIVOSx A los motivos de las reacciones comedidas de nuestros jóvenes frente a la crisis actual señalados, hay dos más que tienen también su importancia. De un lado, la eficacia mostrada por las políticas públicas para aminorar el impacto de la crisis en la región, de tal forma que los instrumentos de protección social frente al desempleo, la falta de vivienda, la formación, la sanidad parecen mostrarse muy operativos. Mientras para cada contingencia de las señaladas y otras existan línea públicas de acción, los jóvenes encontrarán asideros frente al abismos que se le abre a la denominada generación "ni-ni" que, todo parece indicar, en Extremadura no tiene las proporciones de otras regiones del Estado como en Cataluña, donde se cifra en torno al 27% de jóvenes entre 16 y 25 años sin empleo ni formación.

Un factor añadido que contribuye a la modulación del conflicto juvenil en Extremadura es la baja tasa de multiculturalidad (3% de inmigrante). Estamos muy por debajo de Madrid o Cataluña, próximas al 16%. Se sabe que existe más riesgo de explosión social cuando, como ocurre en épocas de crisis, la disponibilidad de los recursos públicos (sanidad, vivienda, prestaciones económicas) es más escasa, derivando en fricciones y enfrentamientos. Estos empiezan entre las capas sociales más próxima a los límites de la exclusión, y particularmente la gente joven, quienes han de competir con otros grupos, étnicamente diferenciados, por esos bienes cada vez más escasos.