Hace 20 años un grupo de activistas extremeños por los derechos humanos en el ámbito internacional giró su mirada hacia el oeste y centró el foco en su propia tierra. ¿Todo estaba hecho en Extremadura en esta materia? ¿Nada era susceptible de mejorar? Del pensamiento global, a la intervención local. Tras una primera reflexión, este grupo abandonó las fronteras y centró su trabajo en el territorio. Así nació la Asociación de Derechos Humanos de Extremadura, (Adhex).

Un año después se sumó a este grupo de jóvenes la arroyana Flor Fondón, presidenta de Adhex desde 2003. «Cuando empezamos a investigar nos dimos cuenta de que hacía falta una entidad de ámbito regional debido a la situación de pobreza, de exclusión social, a la situación de nuestras cárceles, a la discriminación», recuerda. «Somos una de las regiones más empobrecidas del país, eso conlleva una falta de recursos en el ámbito social y queríamos realizar una intervención directa con los colectivos más desfavorecidos».

A Flor Fondón le gustaría que los responsables políticos pusieran el mismo empeño en la defensa y cumplimiento del artículo 155 de la Constitución que en el cumplimiento de su número uno, que habla de la igualdad de los españoles ante la ley (artículo primero también de la Declaración Universal de los Derechos Humanos), o el 14 (segundo de la Declaración Universal), que consagra la igualdad independientemente del sexo o religión o el 35, que protege el derecho al trabajo y señala la obligatoriedad de un salario digno (artículo 22 y 23 de la Declaración Universal) o el 47, que recoge el derecho a una vivienda digna o esos otros que hablan de una sanidad para todos o una educación gratuita de calidad, reflejados también en los artículos 23 y 24 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Adhex siempre ha trabajado «con los colectivos que no interesan a nadie», entre los que destaca la población reclusa y la inmigrante. Con la crisis, ambas han descendido, pero sus problemas no se han solucionado.

En 2010, la población reclusa extremeña, según Instituciones Penitenciarias, ascendía a 1.443 personas, de las que entre el 4 y el 5% eran mujeres. Según denunciaba el sindicato de prisiones Acaip, el centro penitenciario de Badajoz tenía una sobreocupación del 74,5% y del 39,75% la cárcel cacereña. Ninguna de las dos prisiones estaba preparada para alojar a mujeres. Siete años más tarde, las cifras de sobreocupación se han reducido, pero siguen sin crearse espacios para mujeres que, en Cáceres «sólo disponen de un espacio de unos 60 metros cuadrados como comedor y lugar de actividades en el que deben convivir 30 mujeres», denuncia Fondón.

Presos en el extranjero / Hablando de población reclusa cabe resaltar que Adhex es la única organización regional que trabaja para lograr el traslado de los presos extremeños en el extranjero con el programa Altano. «Es una labor ardua y muy lenta, que suele llevar dos o tres años, porque hay que esperar a que el ciudadano tenga una sentencia firme de privación de libertad para solicitar su traslado a España». En 2016 trabajaron por el traslado de seis hombres y una mujer encarcelados en Perú, Brasil, Florida, Nueva Zelanda, Portugal y Australia. Fondón recuerda especialmente este último caso porque el esfuerzo tuvo un final tan feliz que tras lograr su traslado, primero a Madrid y luego a Cáceres, el joven ha logrado rehacer su vida tras cumplir condena. Y es que, en opinión de Fondón, la falta de inversión en los centros penitenciarios o la nula atención personalizada de los reos impiden el fin último de la prisión: «lograr la reinserción». En este sentido la asociación desarrolla Extramuros, un programa individualizado de atención a los penados. Además, llevan a cabo en la cárcel de Badajoz el proyecto Ventana con el que realizan con los presos un programa de radio y una revista.

El perfil del usuario de Adhex está en función del derecho conculcado. Si es la falta de justicia digna, entonces se trata de un joven español drogadicto; si es la sanidad, asuntos laborales o legales, sus usuarias son mujeres marroquies o sudamericanas, fundamentalmente. Y es que cuando el sujeto de los Derechos Humanos es mujer «todo se vuelve doblemente negativo». Fondón se niega a hablar de «las mujeres como un colectivo porque somos la mitad de la población». Y para ellas, Adhex tiene varios proyectos en marcha que trabajan sobre la igualdad, la sororidad, la salud o contra la violencia de género.

En el siglo XXI, 20 años después de su nacimiento, Adhex ha sumado nuevas preocupaciones a los problemas de siempre: los ancianos, porque «nuestra sociedad padece gerontofobia, ha dejado de respetar a nuestros mayores, a quienes nos han dado todo cuanto tenemos las nuevas generaciones», los jóvenes y el uso de las nuevas tecnologías porque «me asusta la normalidad con que asumen el acoso de sus parejas a través del móvil o la hipersexualización de las imágenes femeninas en las redes», y los niños, «es terrible que uno de cada cinco menores sufra abusos sexuales», generalmente en el ámbito más próximo a la familia.

El 10 de diciembre, la ONU declaró el Día Internacional de los Derechos Humanos para conmemorar su aprobación en 1948.

Una región que «no garantiza un trabajo digno, que tiene una elevada tasa de paro, sobresaturadas sus cárceles y desprotegidos a sus menores está lejos de la excelencia en materia de Derechos Humanos».

20 años más tarde, la labor de Adhex continúa siendo tan necesaria como en 1997.