La condición de cambio incesante que caracteriza a los virus de la gripe no disuade a los microbiólogos que los investigan de la búsqueda de una vacuna que sea eficaz durante un periodo prolongado de años, y no solo una temporada como sucede desde hace un siglo. Esto evitaría la necesidad de proteger cíclicamente a la población mundial. Varios grupos de investigación persiguen un preventivo que prolongue su eficacia tres, cuatro o incluso cinco años, un producto que incentivaría sensiblemente el interés de la industria farmacéutica por su elaboración, ya que permitiría recuperar ampliamente la inversión realizada para diseñar la vacuna anual. Cualquier intento en esa dirección ha fracasado hasta ahora.

La vacuna de la gripe sigue sin actuar como los preventivos que evitan contraer la polio y la viruela, por ejemplo, que mantienen su protección años o a lo largo de toda la vida del receptor. Esta circunstancia desagrada a la industria farmacéutica, ya que no todos los gobiernos apuestan por vacunar a los sectores de población que más sufren la gripe, como sí sucede en la mayoría de países de Europa occidental. En España, la sanidad pública financia dicha vacuna para los mayores de 60 o 65 años, lo que significa que los laboratorios productores tienen garantizada una venta anual. En EEUU y en la mayoría de países poco desarrollados esto no es así, y es cada individuo quien decide si adquiere o no su vacuna antigripal anual.