Con 35 años, José María Alvarez lleva trabajando "desde los nueve", cuando comenzó a acompañar a su padre a las obras. Sin embargo, nunca estuvo dado de alta en la Seguridad Social, lo que ahora le impide beneficiarse de las prestaciones por desempleo. Su pareja, Esperanza Caballero, tiene 45 y se inscribió en el paro por vez primera a los 16 años. Luego, solo ha podido acceder al mercado laboral de forma intermitente. Actualmente no percibe ninguna ayuda, y todavía le queda un año para poder comenzar a cobrar el subsidio. Ambos viven en el barrio cacereño de Aldea Moret con tres hijos de Esperanza, de 21, 19 y 17 años de edad. Ninguno de los tres trabaja.

José María explica que en ocasiones se ven algo "apurados" para conseguir hacer frente a los gastos --"algunas veces hasta para comer", confiesa--, pero van consiguiendo salir adelante con pequeños trabajos ocasionales que les van saliendo. El hace faenas de albañilería y pintura que le solicitan sobre todo gente del barrio. De hecho, acostumbra a levantarse todos los días temprano, sobre las ocho de la mañana, aunque solo sea "para que la gente me vea" y le lleguen los encargos. Lo malo es que, con la crisis, también estos trabajos escasean. "Además, cuando te llaman para hacer algo y les das presupuesto, muchos te dicen que es muy caro", lamenta. Hace no mucho, le han llegado a ofrecer apenas cien euros por poner el suelo a una vivienda de noventa metros cuadrados.

Ambos saben que encontrar empleo tal y como está la cosa no les va a resultar fácil, una situación que "a veces desespera, pero intentas llevarlo con calma, con tranquilidad", dice José María, que lo único que pide es "una oportunidad. Nunca me la han dado. Que me prueben si quieren y vean mi forma de trabajar". "Si me contratan a mí tienen que echar a dos, porque yo hago el trabajo de varios", bromea.

A Esperanza le gustaría encontrar trabajo como empleada de hogar o en algún establecimiento de restauración. De momento también va haciendo lo que puede, fundamentalmente trabajos domésticos en casas de algunos vecinos. El piso, de protección oficial, en el que viven "hace ya mucho que dejé de pagarlo", dice Esperanza, que cifra la deuda pendiente por este motivo en más de tres mil euros.

Tras pasar por la oficina del Sexpe, los dos se dirigían ayer a solicitar una ayuda del Instituto Municipal de Asuntos Sociales de Cáceres (IMAS). "Nunca había pedido ningún tipo de ayuda --asegura José María--, pero ahora es que la cosa está muy mala", justifica.

En casa de José María y Esperanza pronto serán uno más, ya que su hija menor está embarazada de seis meses. "Ya se lo he conseguido todo: el cochecito, el cuco, el parque...., casi todo a través de mis hermanas", asegura orgulloso José María.