A punto de que los Reyes Magos dejen un cargamento de regalos en cada casa, conviene fijarse en dos cosas básicas antes de ponerse a disfrutar como niños: comprobar que aparece el marcado CE (Conformidad Europea) que garantiza que el producto cumple los requisitos mínimos de seguridad para salir al mercado y que la etiqueta esté en castellano. Si se cumplen ambas premisas, es la hora de jugar (después, claro está, de leerse bien las instrucciones de uso). Son los consejos básicos de quienes más saben de juguetes o, mejor dicho, de quienes los prueban y los controlan. De ello se encargan en el Instituto de Consumidores de Extemadura (Incoex), que gestiona uno de los pocos laboratorios de juguetes del país y uno de los dos públicos acreditados por la Entidad Nacional de Acreditación (ENAC).

Obtuvieron este reconocimiento el pasado mes de marzo y eso les confiere todavía más autoridad dentro y fuera de España. «Es un reconocimiento internacional de fiabilidad y validez de la actividad del laboratorio del Incoex porque se somete a un sistema de calidad y control continuo. Y es además un aval y un revulsivo para intentar consolidar la actividad con más personal y lograr un mayor alcance», valora Pedro Pablo Benito, el director del Laboratorio de Juguetes de Extremadura. Además, supone nuevas oportunidades de negocio. «Hasta ahora nuestro cliente principal es la administración pero también podríamos prestar servicio al empresariado en el futuro».

La actividad anual

Lograr este sello les ha supuesto reducir un poco la actividad especialmente durante 2018, pero aquí no se para de trabajar en todo el año. Normalmente analizan más de un centenar de juguetes al año y en el último ejercicio completo (2018) han examinado al detalle 81 productos, a los que han realizado más de 380 ensayos para medir distintos parámetros: pruebas de tracción, compresión, impacto, peso, bordes... y también se analiza el etiquetado y las intrucciones.

Una vez terminados los ensayos (hay 68 distintos que han logrado la acreditación) se realiza un informe en el que se determina si en función de las pruebas efectuadas es un juguete seguro o no y a partir de ahí se determina en otro informe los riesgos concretos que puede suponer y los niveles. Y ya se determina si procede lanzar un aviso o alerta sobre un determinado producto a las administraciones para limitar su comercialización, algo que puede transmitirse rápida y eficazmente a través de dos sistemas de intercambio de información: el Rapex (internacional) y el Siri (nacional).

De esos 81 juguetes analizados en 2018, quince fueron objetos de alertas por falta de seguridad (el 20% del total) y la mayoría procedían del mercado asiático. ¿Qué quiere decir esto? Que esos 15 juguetes presentaban graves riesgos para los menores, 14 de ellos principalmente por asfixia o ahogamiento. «Uno de los principales problemas que se detectan es que se desprenden piezas pequeñas o el uso del propio embalaje, porque también suele llamar mucho la atención de los más pequeños». Por eso aquí se analiza todo en conjunto, tanto el objeto como la caja que lo contiene. «A día de hoy los juguetes son uno de los productos industriales que mayores riesgos comportan», apunta el director.

Los inicios del laboratorio

Precisamente por ello, se apostó en Extremadura por mejorar los controles y la seguridad. «Dentro de los productos no alimentarios se vio que los juguetes eran con diferencia los que más alertas suponían, entre el 30% y el 40% de todos los productos industriales. Así que viendo esa carencia, Extremadura ofreció la posibilidad de asumir esta actividad». Y tras casi una década en marcha, desde 2011, este laboratorio ya ha demostrado su efectividad al tiempo que también ha servido para promover consumidores cada más y mejores informados y concienciados, según Benito. De hecho, algunos de esos juguetes que se analizan al detalle cada año son seleccionados por los inspectores tras las quejas de los propios consumidores.