A Francisco Javier Fernández la vida le dio ayer una segunda oportunidad. Este extremeño de 34 años, educador en un centro de salud mental en Alcobendas, evitó la masacre por casualidad. Vecino del barrio madrileño de Vicálvaro, el tren de cercanías que le lleva a su trabajo atraviesa diariamente las estaciones donde ocurrieron todas las explosiones.

La suerte de disfrutar de un día de libranza por casarse mañana le salvó de la matanza. Y es que Javier toma habitualmente esa línea a la misma hora a la que ayer ocurrieron los atentados. "Los trenes van repletos de viajeros", recordó.

Ahora reconoce tener miedo porque su perfil es el de muchos muertos: "Era gente que coge un tren y va a trabajar", y muestra su rabia ante una tragedia "que no puede quedar impune". También destaca la facilidad con la que actuaron los asesinos: "No hay revisores en el tren y es normal ver a los viajeros con mochilas".