Cuando el árbitro español Manuel Mejuto González mandó al seleccionador alemán Joachim Löw a la tribuna durante el partido contra Austria, en Alemania todo el mundo quedó mudo ante lo que estaba ocurriendo. El desconcierto no venía tanto de que se pensara que la decisión fuese justa o no sino del hecho de que parecía ser que Löw le había gritado a alguien. Y es que uno de los rasgos característicos de Löw es que casi nunca pierde la compostura ni la cortesía.

Debilidad

Durante un tiempo, al seleccionador alemán le llamaron el "simpático señor Löw" y el calificativo de simpático no era propiamente un elogio. Por el contrario, con ello se sugería una debilidad de carácter que podía llevarle a una pérdida de autoridad ante los jugadores.

Con el tiempo Löw ha demostrado que si tiene una autoridad, acaso superior a la de muchos otros entrenadores amigos de exhibirla permanentemente, basado en algo distinto a las explosiones de temperamento.

Löw, en primer lugar, sabe lo que quiere. En segundo lugar, cada decisión que toma es la culminación de un proceso previo de análisis y de recolección de datos objetivos que suelen dejar a algunos de sus interlocutores con la sensación de que se está ante una verdad científica. "En la liga inglesa hay un promedio de 1,5 toques de balón antes de hacer el pase, en la Bundesliga hay un promedio de 3 toques antes del pase y eso hace el juego más lento", diagnosticó un día resumiendo sus conclusiones de un análisis fundamentado en la gigantesca base de datos de uno de sus asesores, Siegentheler.

La conclusión era que había que soltar el balón más rápido y buena parte de los entrenamientos se basaron en ello. Otro día puso a jugar baloncesto a los internacionales y explicó la razón. "El baloncesto hay que evitar tocar el rival pero hay que estar cerca de él. En fútbol, tenemos que aprender a hacer lo mismo para evitar las faltas", dijo.