Estaban en el trabajo cuando de repente, en la calle, se escucharon tiros. No sabían muy bien qué era aquel ruido. Pensaron que podían ser cohetes. "No era la feria, no podía ser". De inmediato las puertas comenzaron a cerrarse. Eran las 12 de la mañana y en el barrio unos vecinos intercambiaban disparos.

Así lo recuerdan algunos testigos que aquel miércoles de agosto presenciaron el suceso. Sus vidas no distan nada de la de cualquier emeritense del centro de la ciudad y sus problemas tampoco pero la zona en la que viven nada tiene que ver con otras. Estudian, trabajan, van a la compra y a la vez están acostumbrados a las riñas, a la gente que acude de madrugada con la música a todo volumen en su coche para comprar droga pero lo acontecido en su barrio hace unos días ha marcado sus rutinas. Amigos sin nada que ver en la refriega, pero familiares de los implicados, han tenido que marcharse. "Son gente buena, con su vida normalizada", explican. El barrio se ha quedado sin muchos de sus habitantes y el miedo se ha instalado en él. Sienten temor a dar sus nombres y miran con recelo a los periodistas que estos días se acercan a la zona en la que un miércoles de agosto dos personas perdieron la vida como consecuencia de los disparos. Más de 40 familias han tenido que huir de sus viviendas y eso se nota en los supermercados de la zona que ven como ha disminuido la clientela y también en centro de salud, al que acuden menos usuarios.

El suceso ha enturbiado aún más la imagen de un barrio al que muchos ni se atreven a entrar. "Nos ha costado mucho trabajo levantar el barrio y ahora esto nos perjudica", señalan otras fuentes. Todos coinciden en que la convivencia es pacífica "mientras no te metas con nadie". Una convivencia tensa debido a las diferencias culturales. Pequeños problemas como el pedir a un vecino que baje la música o que no ensucie la calle se pueden convertir en graves disputas que en ocasiones acaban mal. "Hace falta educación social", destacan. En San Lázaro, también conocido como 'Peri', también viven personas que cada día acuden a sus centros de trabajo o a el colegio. Buscan ganarse su vida lejos de los sucios negocios con los que conviven.

Reconocen que la presencia de la Comisaría de la Policía en la zona ha atenuado situaciones que se daban como las carreras de coches. Pero ahora en el barrio hay tristeza y la alegría se ha esfumado con el tiroteo. En las plazas no se congregan los vecinos y las madres no dejan salir a sus hijos, el miedo es el protagonista. "Da mucha pena ver el barrio así", subrayan. Las oportunidades de prosperar se evaporan cuando en sus currículums aparece el barrio del que proceden o uno de sus apellidos. Existen prejuicios por los dos lados, también ellos desconfían de aquellos que acuden a su barriada y no conocen. Saben que en su barrio la droga es una mercancía que se compra y vende con facilidad pero se esfuerzan por trasmitir la otra cara de San Lázaro, la de un barrio obrero de gente trabajadora que lucha día tras día por ganarse el pan.