Un golpe de mano contra la barbarie. Todo corazón. España buscó y encontró en tiempo récord momentos para la serenidad. Millones de manos limpias. A plena luz del día. Y sin pasamontañas. Todos y cada uno. Para lo de ayer no hay todavía adjetivos. Un derroche. Sabemos ya para siempre que una era puede construir ciudades y una hora destruirlas. Pero todavía nos falta algo.

La incertidumbre también abonó las manifestaciones. No hubo tiempo para el silencio. Y sí en cambio para el "y, ahora, ¿qué?". Pero vamos a quedarnos con un solo día. Mañana, por ejemplo. A la calle. Otra vez. A que nos oigan. A votar.

*Periodista