El 23 de mayo de 1983, a las pocas semanas de aprobarse el Estatuto de Autonomía de Extremadura, nacían en la Residencia de Cáceres 39 varones y una muchacha. Aquella chica exclusiva era Mari Luz Mirón Sanguino, nieta de Pedro el Bonito , famoso chacinero de Arroyo de la Luz, y de Sabino Coca , popular pastor arroyano adornado con la gracia de tocar los campanillos ovinos con particular destreza.

La saga de los Bonito y de los Coca , desde los abuelos hasta Mari Luz, permitiría novelar la historia de los últimos cien años en la Extremadura rural.

Pedro y Sabino ya estaban cuidando cerdos y ovejas a los siete años. Ambos hicieron la guerra civil en el bando que les tocó, el Nacional, y después se buscaron la vida: Sabino siguió siendo pastor y Pedro el Bonito , tras ser peón en la estación de Arroyo y capataz en las minas de Aldea Moret, acabó dedicándose a la chacinería.

Pasó el tiempo, llegaron los hijos y una segunda generación fue aferrándose a la vida. Benedicta Sanguino, hija de Pedro, conoció un buen día a un mozo pinturero que trabajaba en el pantano de Alcántara y se enamoró de él. Aquel muchacho se llamaba Angel Mirón y era hijo de Santiago Coca .

EL SECRETO DE LAS MORCILLAS

Antes de la mili, Angel había cuidado ovejas. Después, el pantano, el amor, dos años en Alemania, la boda con Benedicta en 1972 y la herencia: se quedaron con la tienda chacinera de Pedro el Bonito y heredaron también el guiso secreto para hacer las famosas morcillas de Arroyo.

Y llegó la tercera generación: Sabino, primero; luego, Agueda y en 1983, Mari Luz. Ese año, Benedicta vendía el kilo de morcillas boferas a 110 pesetas (0.66 euros). Hoy cuesta 3.61 (600 pesetas). Pero en los últimos 20 años, en los pueblos extremeños han cambiado más cosas que el precio de las morcillas.

Alrededor de una mesa camilla, con un plato de roscas y un café al frente y un brasero de picón a los pies, tres generaciones de arroyanos recuerdan cómo eran y analizan cómo son. Está Mari Luz, la generación del Estatuto. Están sus padres, Benedicta y Angel, la generación del medio siglo, y están sus tíos Julio y Ascensión, que nacieron al tiempo que la II República.

Ascensión pertenece a la saga de Pedro el Bonito . Julio desciende de otra familia de comerciantes. Durante 38 años tuvieron tienda en la plaza Mayor. Julio Díaz, comercio de garantía , se llamaba y Ascensión, a quien todo el mundo llama Chon, cantaba y presumía de tendera: "Mira que tengo talento que he puesto una perfumería enfrente el ayuntamiento".

Al tiempo que maneja con destreza la badila y echa una firma en el brasero, Angel compara el hoy y el ayer: "En 1983, vivíamos en una casa de 60 metros cuadrados, teníamos una furgoneta Citroen, picábamos la carne a dos cuchillos y la embutíamos a mano. En 2003 vivimos en una casa de 120 metros, tenemos una furgoneta Mercedes y un Suzuki y picamos y embutimos con máquinas eléctricas".

Eso sí, sigue levantándose a las seis y él y su esposa están deseando que Mari Luz, que estudia 2 de Bachillerato, acabe una carrera para poder empezar a retirarse. "Cada año que pasa es un escalón y se nota en los huesos".

"En estos 20 años hemos podido darle carreras a los hijos con mucho sacrificio. No hemos tenido vacaciones, aunque eso sí, comer, todo lo que sea y bueno. No nos podemos quejar", se resigna Angel. Pero Julio relativiza: "Lo que pasa es que estamos aclimatados a la vida ésta y no hemos conocido la vida de buen jornal, seis horas de trabajo y una criada. Si la hubiéramos tenido, nos gustaría".

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