Si alguien utilizara una radio en otro planeta, sus ondas electromagnéticas producirían fluctuaciones en el cielo. Sobre esa base, la NASA (en español, Agencia Estadounidense del Espacio y la Aeronáutica) comenzó hace una década a buscar dichas variaciones en las imágenes captadas con un enorme radiotelescopio ubicado en Puerto Rico, mediante un programa informático especialmente diseñado para ello.

Pero ese análisis precisa mucha potencia de cálculo, más de la que tenían disponible, por lo que idearon un modo de poder aprovechar la potencia de los ordenadores de sobremesa cuando los ciudadanos no los utilizan: una especie de salvapantallas que, en vez de dibujar y mostrar estrellas, hace complicados cálculos científicos. Ese fue el germen del concepto de "computación voluntaria", fundamento del proyecto Ibercivis, a través del cual 12.000 personas ya colaboran con la ciencia en España y que está impulsado por el Centro Extremeño de Altas Tecnologías (CETA), ubicado en Trujillo e integrado en el Ciemat, junto con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el Instituto de Biocomputación y Física de Sistemas Complejos de Zaragoza (BIFI) y Red.es.

El proyecto comenzó en el 2006, pero el verano pasado fue presentado formalmente en Madrid y, en solo un año, el número de participantes se ha multiplicado por cuatro, superando ya los 12.500. Asimismo, en este tiempo se ha pasado de las tres investigaciones que usaban la plataforma inicialmente, al doble.

COMO FUNCIONA ¿Pero cómo puede un ordenador doméstico, el que cualquiera tiene en su casa, contribuir a buscar una energía nuclear más limpia? Simplemente, poniendo a disposición de los investigadores que llevan a cabo ese estudio --y que están construyendo un reactor experimental en Francia-- la capacidad del equipo informático mientras no se utiliza (ratos en que está encendido, pero no se usa, por ejemplo, por estar atendiendo el teléfono), lo que se denomina "ciclos de ocio".

Para ello, solo es necesario estar conectado a internet y registrarse en la página del proyecto Ibercivis. No tiene ningún coste, ni supone ningún riesgo respecto a la seguridad del ordenador y su contenido. Lo único que hace falta es descargarse una aplicación informática, denominada Boinc, que es la que permite que se utilice la capacidad del equipo mientras no se usa.

Antes de que existiera el proyecto Ibercivis, algunos investigadores ya utilizaban por iniciativa propia la computación voluntaria, pero tenían que encargarse ellos mismos de mantener la infraestructura y normalmente no conseguían muchos colaboradores. El proyecto en el que colabora el CETA permite congregar a más ciudadanos y facilitar la labor de los investigadores, a la vez que dar difusión de sus estudios.

En concreto, el instituto zaragozano (BIFI) se ocupa de procesar los datos que los científicos ponen en el servidor (los trocea , registra, envía...), mientras que el extremeño (CETA) se ocupa de tratarlos una vez que han pasado por los ordenadores de los ciudadanos (los reintegra, verifica su validez) y almacenarlos. Tres de sus 25 trabajadores (que en su mayoría son ingenieros informáticos, pero

Pasa a la página siguiente