Bartolomé Hermoso y Modesta Mateos forman un matrimonio que ha entregado gran parte de sus vidas a trabajar en el campo y que ahora, entre la nostalgia y la tristeza, se ha visto empujado a dejar atrás esas tierras a las que ambos se han dedicado en cuerpo y alma durante más de tres décadas. Un tiempo y un esfuerzo que hoy se ve reflejado en las durezas de sus manos y en sus rostros marcados por las arrugas del paso de los años.

Ahora ya, y tras pasar página, dedican sus días a disfrutar de una vejez feliz, tranquila y dedicada a sus tres hijos que, sin embargo, según explica el propio matrimonio, han optado por otros caminos. "Me da mucha pena que mis hijos no sigan con los cultivos. Mientras que he estado en el campo he tenido un empleo seguro adaptándome a lo que ganaba" comenta Bartolomé desde el patio de su casa en Puebla de Argeme.

Este matrimonio, natural de Montehermoso, se trasladó a vivir hasta la pedanía cauriense en 1972, año desde el que se han dedicado a cultivar tabaco, maíz, pimiento, soja y girasol en las trece hectáreas de su propiedad hasta que llegó el momento de jubilarse. "Esta tierra nos ha dado para ir viviendo cómodamente y sin aprietos", confiesa Bartolomé mientras su mujer Modesta asiente con la cabeza a las afirmaciones de su marido y apunta que jamás han necesitado un crédito. "Siempre hemos gastado en base a lo que ganábamos" manifiesta. Ambos reconocen que cultivar las tierras no es tan rentable como para hacer negocio, pero "tampoco es tan malo" añaden. Bartolomé asegura que su mayor deseo era que sus hijos hubieran mantenido los cultivos, pero reconoce que "es algo muy sacrificado". Por ello, comprende que sus dos chicos y su única hija hayan optado por aparcar para siempre esta actividad agrícola con más de tres décadas de historia en la familia.