Juan José Fernández llegó en autobús a la estación cacereña siete horas después del accidente, con la cara pálida por el susto y el cansancio. Había pasado el fin de semana en Lisboa con su esposa y regresaban a Madrid en Talgo durante la madrugada del domingo. "Sobre las tres y media estábamos en las literas dormidos y sentimos una vibración muy fuerte, mucho. Los golpes me tiraron al suelo, salí al pasillo en pijama, todos comenzaron a mirar aquí y allá. Después llegaron el interventor y los ayudantes y supimos que la máquina y dos unidades se habían salido de la vía. Mi vagón, el Gran Class, se quedó formando una especie de campana con las ruedas levantadas. El tren iba despacio, no ha volcado... Creo que hemos tenido mucha suerte", relató nada más bajar del autocar.

Juan José, como otros viajeros, hizo parada en Cáceres doce horas después de haber emprendido el viaje en Lisboa. Llegaron soñolientos, con evidentes muestras de extenuación, pero tranquilos una vez superado el susto. La mayoría se limitó a estirar las piernas, tomar un tentempié y respirar un poco de aire fresco antes de volver a subir a los dos autocares para seguir hacia Madrid. Todos estaban agradecidos por el trato recibido y disculpaban la lentitud de la evacuación, imposible de madrugada, sin luz, en medio del campo.

Luis Mauricio, un informático portugués que se trasladaba a Madrid para acudir a la feria del SIMO, narró que había tenido un mal presentimiento: "No lograba dormir, daba vueltas en la cama. Noté varios baches fuertes, ¡pum, pum, pum!, después uno peor, por fin nos paramos. Pensé que habíamos atropellado a un animal, que había piedras sobre los carriles... Si hubiese ido a más velocidad, esto habría sido muy grave. Los vagones del fondo no tuvieron muchos problemas, pero los delanteros sí sufrieron un impacto grande".

José Ku, otro joven luso de 32 años, realizaba su primer viaje en tren para conocer Madrid, y de repente una sacudida le arrojó al suelo desde su litera. "Lo peor es que nadie me aclaró qué estaba pasando hasta varias horas después. Yo no conseguía entender nada de lo que hablaban, pensaba que era una avería o algo parecido", narraba ayer en su lengua portuguesa.

"Vi la puerta a ras de suelo"

Dos amigos españoles que iban en la cabecera del tren aseguraron que se vieron sorprendidos "por bruscos saltos" hasta que el convoy se detuvo. "Después comprobamos que nuestro coche había descarrilado y que la puerta había quedado a ras de suelo. Nos bajamos, vimos el socavón, el agua, el tren completamente inoperativo... ¡Vaya susto!", comentó Rafael Borge.

Mabel de Candia, una argentina de 55 años, está realizando un tour por Europa y regresaba en Talgo de Lisboa hasta Chamartín. "También iba dormida en uno de los vagones traseros, y aun así el golpe fue muy fuerte. Nos sorprendió, nos asustó... Yo pensaba que venía al primer mundo y que estas cosas no pasaban, pero han tardado cuatro horas en informarnos concretamente de lo ocurrido. Hay que tomarlo con humor. Será una anécdota más del viaje".

"Me quedé atrapada"

Otra portuguesa, Carolina Cavaco, especialista en software, viajaba a Madrid para una reunión de trabajo y lo hacía en una litera del segundo vagón: "El impacto me despertó y tuve miedo, porque no se abría la puerta del compartimento, estaba atrapada, pero después me atendieron bien, me calmé y espero llegar a tiempo".