De no haber sido médico (ingresó en el Cuerpo Nacional de Forenses en 1986), Guillermo Fernández Vara asegura que "solo hubiera sido periodista". En ese caso, ¿qué se preguntaría a sí mismo en una hipotética entrevista? "¿Qué he hecho yo para merecer esto?", propone. Y enseguida sonríe: "es broma". "Pero sí, es verdad, qué méritos ha hecho una persona como yo para llegar donde estoy: trabajar, encontrarme en el momento adecuado en el sitio adecuado..."

Nada de eso podía pensar cuando en 1983 se licenciaba en Medicina en la Universidad de Córdoba. Una de sus decisiones más acertadas, considera, fue regresar a Extremadura (de donde había salido por responsabilidades laborales de su padre), "aunque no hubiera estado en política, sencillamente porque me encontré una región que tenía más dificultades que otras en las que yo había vivido y veía sus posibilidades". 25 años después, ha presidido multitud de actos para celebrar la aprobación del Estatuto de Autonomía de Extremadura, con el orgullo de "haber podido asistir a su gran transformación y, además, haber sido partícipe de distintas responsabilidades".

Ahora ostenta la máxima, la de presidente de la Junta, pero sigue aspirando a "ser una buena persona", convencido de que es un reto al alcance de los políticos, aunque a veces eso se ponga en tela de juicio. "Soy de los que piensan que los políticos no somos ni mejores ni peores que la sociedad, sino su consecuencia. No somos bichos raros, seremos mejores o peores en función de cómo sea la sociedad", argumenta. Por tanto, reitera que aspira a "seguir creciendo como ser humano", porque, al contrario que la altura física, es un crecimento que dura "toda la vida y yo no renuncio a que la política me permita seguir haciéndolo".

Tampoco rehúsa a combinar su "política de las pequeñas cosas" con el coche oficial que, asegura, no le produce "ningún placer" más allá de facilitarle el tránsito por las decenas de miles de kilómetros que recorre al año. Y no se olvida de José, el vecino de Villanueva de la Serena con una madre enferma de Alzhéimer y una hija discapacitada que tantas veces citó en la campaña electoral. "Me comunicó que su madre ha fallecido", dice serio.

A gente como él dedica el planteamiento con el que trabaja: "no decepcionar a aquellos que han confiado en mí". Para Vara, esta premisa no solo es aplicable a la política, sino también a la empresa, es decir, "no decepcionar a quien te contrata", aunque sean "centenares de miles de ciudadanos", como es su caso.

Entretanto, se siente a salvo de perder el contacto con los ciudadanos y olvidarse de cuánto cuesta un café, "entre otras cosas porque yo café no tomo". Ya en serio, el presidente extremeño explica que, aunque hay cosas a las que un político se ve obligado a renunciar (tomar una cerveza con los amigos para no ser increpado por la gente, por ejemplo), se siente la "persona mejor informada de Extremadura", sin querer resultar petulante. "Pero a ver quién recibe todos los días 500 correos electrónicos en los que la gente le cuente sus problemas, qué piensan, qué critican", se pregunta.

"Hay muchas formas de estar en contacto con la gente", continúa apuntando hacia su blog o los viajes que le están llevando a conocer todos los pueblos extremeños. ¿Pero qué rato le queda para su familia? "Cuando trabajas 12 o 13 horas al día, todavía te quedan 10. Siete o seis son para dormir, pero tienes tres o cuatro disponibles", explica. A la vez, manifiesta su fortuna por tener la casa encima del despacho, "lo que me permite desayunar, comer y cenar todos los días con mis hijos" o "poder subir algún día a tomar un refresco con mi mujer".