No hay nada como ser joven. Y que te dejen serlo. Ese es el camino que ha elegido para guiar a España alguien que está cerca de cumplir 70 años. Después de ir fundiendo generaciones, una detrás de otra, en una mezcla de pasado, presente y algo de futuro, más bien poco, que dejaba a la selección en tierra de nadie, Luis Aragonés ha hecho lo que ni Javier Clemente ni José Antonio Camacho, ni siquiera Iñaki Sáez, pese a trabajar con los jóvenes, se atrevieron a hacer. Darle a España un aspecto más jovial. De momento, en el estreno no pagó la novatada. La cuestión es si seguirá así o sucumbirá ante los mayores.

Algo ha cambiado y, en el cambio, el equipo ha salido ganando. Nunca antes la selección había aparecido para una gran cita con una selección tan imberbe, con sólo dos treintañeros --Michel Salgado y Cañizares, suplentes-- y un equipo titular en su debut mundialista con una media de edad inferior a los 25 años. Ni tampoco tan plural. En el once titular de ayer había un brasileño, Marcos Senna, y un argentino, Pernía, al que Luis llamó a última hora por la lesión de Del Horno y que ha debutado en el Mundial tras haber jugado sólo un amistoso. Hasta en eso ha sido valiente Luis: no le ha dolido reconocer su error y, herido Del Horno, ha rectificado con Pernía.

Ahora, la selección parece un poco más de todos, al menos, en cuanto a la representación de los clubs. El equipo titular de ayer, tal vez el que más admiración ha provocado en mucho tiempo, es un ejemplo perfecto de esa compensación. Dos del Madrid, dos del Bar§a, dos del Liverpool, dos del Atlético y un recién llegado, uno del Valencia y uno del Villarreal. En el fondo, lo mejor de cada casa. Y en el banquillo, más o menos, lo mismo.