Entre enero y mayo de 2004, una discreta revolución ha tenido lugar en la sección del aire acondicionado de los grandes almacenes. A esas alturas del calendario, los equipos de refrigeración no suelen ser el producto estrella de las ventas, pero este año los dependientes del área del frío han vivido un invierno especialmente caliente. Los termómetros de la calle marcaban menos de diez grados, pero el santo y seña de los clientes que hacían cola en los mostradores era siempre el mismo: "Venimos a por el aire".

En el sector de la refrigeración están derretidos. "En los cinco primeros meses del 2004 hemos vendido un 500% más de aparatos que en ese mismo periodo en temporadas anteriores. No damos abasto", revela Sara López, portavoz de Carrefour. "Por cada equipo que entregamos habitualmente en invierno, este año hemos tenido que servir tres. Los almacenes se han vuelto locos pidiéndonos aparatos. Suele haber tensiones en verano, pero esta vez el toro nos ha pillado en pleno mes de marzo", añade José María Ortiz, gerente de la Asociación de Fabricantes de Equipos de Climatización.

Una necesidad

El patrón de las máquinas refrigeradoras tiene una interpretación socioeconómica y otra coyuntural para explicar esta fiebre del frío : "El aire acondicionado ha dejado de verse como un lujo, y ahora se le considera una necesidad. Sobre todo, la gente recuerda lo que ocurrió el verano pasado y ha dicho: Este año no me pillan".

La ola de calor sufrida entre junio y septiembre del 2003 en Europa ha dejado una huella abrasadora en la memoria colectiva. Sólo así se explica el celo preventivo que ha invadido a ciudadanos, empresas y autoridades incluso antes de la llegada del verano. Se anuncian medidas sanitarias, se montan campañas publicitarias, se hace acopio de aparatos de aire y bebida embotellada. Nadie quiere volver a sudar lo que sudó el verano pasado.

Las cifras del estío de 2003 siguen causando sofoco al recordarlas. Entre el 1 de julio y el 31 de agosto, Extremadura muchos días los termómetros cercanos a 40 grados. Algunos climatólogos hablan del verano más caluroso de los últimos 500 años. No hay registros de la época del Renacimiento, pero sí del siglo XX, y la canícula del 2003 superó a las de 1994 y 1951.

Los niveles del mercurio tuvieron un reflejo instantáneo en ámbitos variados de la vida cotidiana. Los aparatos de aire acon-diciona-do se agotaron en las tiendas a principios de julio. El consumo de energía eléctrica creció un 13 por ciento.

El aumento de consumo de bebidas embotelladas provocó el colapso de algunos distribuidores. Cerveceros de España achacan a la ola el incremento del 10% de la venta de esta bebida y Coca-Cola llevó a las bocas de los europeos un 36% más de refrescos durante esos meses. Fue un verano de récords.

Pero la estadística más grave es la que se contó en número de ataúdes. En Francia, donde se vivió una emergencia nacional, las cifras de fallecidos por el calor oscilan entre los 11.000 y los 15.000, la mayoría ancianos que vivían solos. En España, el Centro Nacional de Epidemiología estima que 6.500 de las muertes acaecidas en el verano están relacionadas directamente con la canícula.

Estas cifras han asustado a los responsables sanitarios, que se han lanzado en tromba a presentar planes de emergencia. El primero fue el Gobierno central. A media-dos de mayo, los ministros de Sanidad y Asuntos Sociales, Elena Salgado y Jesús Caldera, presentaron un plan de choque de 2,5 millones de euros. "El objetivo era lanzar el mensaje de que el Gobierno está gobernando, que hacemos cosas, y que éste es un asunto que nos vamos a tomar en serio", señala Manuel Oñorve, director general de Salud Pública.

El impacto se logró. A los pocos días, las consejerías de Salud de Extremadura, Andalucía, Catalunya, Castilla-La Mancha, Valencia, Galicia, Castilla y León y Madrid presentaron sus propios planes de prevención. "No son planes que se pisen, sino que se complementan", avisa Oñorve. En general, difieren poco unos de otros. Todos inciden en el control de la temperatura, la vigilancia de los grupos de riesgo, las campañas publicitarias y un calendario de acciones escalonado en función de los termómetros.

Grupos de riesgo

La mayor preocupación radica en los grupos de riesgo: Los mayores de 75 años que vivan solos, discapacitados, pacientes con problemas respiratorios y situaciones de extrema pobreza. La Junta de Extremadura ha dado instrucciones a los equipos de atención sanitaria para posibles situaciones de alerta.

En caso de que se presente la ola de calor, los servicios asistenciales harán una vigilancia exhaustiva de estos ciudadanos, señaló el consejero de Sanidad, Guillermo Fernández Vara.

¿Y si finalmente no llega la ola? "El plan quedará ahí para años venideros. A partir de ahora, todos los 1 de junio, los mecanismos que hemos puesto en marcha este verano se activarán automáticamente". También quedarán invertidos los 277 millones de pesetas que Endesa ha gastado en los últimos 10 meses para mejorar el suministro en Baleares y evitar nuevos apagones.

Ahora todos miran a los meteorólogos. Un informe con las previsiones de las temperaturas para los cinco días siguientes llega cada mañana a los despachos de los directores de salud pública de todas las comunidades. En función de esos números, se activa una fase u otra del plan. Los hombres del tiempo no se mojan. Nadie se atreve a hacer previsiones para dos meses, pero todos coinciden en que lo del año pasado fue una anomalía histórica.