Un ganadero recibe 1,82 euros por el kilo de pollo fresco que venda al matadero. En el supermercado ese mismo pollo cuesta 3,03 euros el kilo. La situación se repite con el cordero, el conejo de granja, el cerdo blanco --no el ibérico, donde se ceba la crisis del porcino-- y la ternera. Sobre este último producto la diferencia entre el precio en origen y el de destino es aún mayor, hasta cinco veces más cara, ya que pasa de 3,36 euros el kilo que recibe el ganadero a los 15,02 euros que paga el consumidor cuando la compra.

Son precios reflejados en el Observatorio de Precios en Origen y Destino del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). Entonces, ¿quién se lleva los mayores beneficios en el tránsito de la cesta de la compra? Los ganaderos lo tienen claro, las ganancias recaen en las firmas distribuidoras. ¿Y quién pierde? Los productores hablan de pérdidas millonarias por la caída de los precios en origen, mientras que denuncian que es el consumidor el que está pagando más por esos productos que cada vez cuestan menos en el lugar de producción.

Esa tendencia denunciada por quienes crían y ponen en el mercado esos animales para el consumo se aprecia con más claridad en el último año, con una caída paulatina de los precios para los productores y una escalada significativa para los bolsillos de los consumidores. Esta situación es la que ha llevado a los ganaderos a salir a la calle a reclamar precios justos para sus productos.