"Aquí cabemos todos. Bienvenidos". Con este lema, el colegio cacereño La Asunción recibía ayer a sus alumnos en el inicio del nuevo curso. "Esta consigna responde al objetivo que cada año nos fijamos y que, esta vez, refleja la pretensión de superar nuestras diferencias", explica el director del centro, Antonio Dávila.

"Creemos que, ante problemas tan actuales como la inmigración, inculcar el valor de la igualdad es fundamental", continúa el docente. Entretanto, el bullicio se apodera del pasillo del centro educativo. Los reencuentros entre antiguos compañeros se mezclan con las presentaciones: "Hola, soy el padre de Luis. A ver cómo se porta...", se escucha.

Aparte de muchos nervios. Estos son los gestos proliferantes entre los pequeños. No son pocos los que tuvieron dificultades para dormir la noche previa. Es el caso de Patricia, que este año empieza la Primaria y temía "no saber hacer los deberes". O de Victoria, de segundo de Infantil, que se ocupó de despertar a su padre para llegar con tiempo de sobra.

Como ella, 15 minutos antes de la hora, muchos niños se agolpaban ayer a las puertas de sus colegios. El colorido de sus mochilas adornaba, junto al brillo de sus sonrisas, los alrededores de los centros escolares de la región. Sin embargo, las clases albergaban también algún llanto, especialmente de los más pequeños. "Al principio les cuesta --apunta Rafi Bermejo, maestra de Infantil-- pero pronto se acostumbran".

Una vuelta especial

Donde no se escucha ni una sola queja es en el interior otro colegio extremeño, el Proa, de Cáceres. Más bien al contrario. También ayer, este centro de Educación Especial iniciaba el nuevo curso con una oferta educativa adaptada a las necesidades de sus alumnos --de edades comprendidas entre los 5 y los 22 años--, pero con la misma ilusión que cualquier otra escuela de la región.

Así lo demuestra, por ejemplo, Daniel, que llega desde Trujillo --la escuela cuenta con alumnos procedentes de Cáceres y toda la provincia, que pueden quedarse en el internado-- con una enorme maleta y un abrazo todavía más fuerte para Sixto Iglesias, el director. No es necesario preguntarle si tenía ganas de volver al colegio; su amplia sonrisa contesta esta pregunta por sí sola.

El de Daniel no es un caso aislado, según explica Sixto, el máximo responsable del Proa. "Nuestros alumnos están deseosos de venir, especialmente porque aquí tienen sus amigos y pueden relacionarse, algo que muchas veces no ocurre en otros contextos", comenta. Y es que, en su opinión, "en integración se ha avanzado bastante, pero todavía queda mucho camino por andar".

De hecho, un problema frecuente para muchas personas discapacitadas surge cuando termina su periodo de escolarización --a los 21 años, aunque puede prorrogarse hasta los 22--, ya que no existen centros adecuados para acogerlos. No obstante, los profesionales del Proa, al igual que los profesores del resto de los colegios de la región, trabajan para garantizar el futuro de sus alumnos.

Mientras, la mayor preocupación de los niños extremeños parecía ser, al menos ayer, la de cargar con todo el material escolar. Esa debe ser la magia de la vuelta al cole .