"Oímos una deflagración, un golpe seco, como un auto que choca contra una fachada, me giré y fui despedida. Fue una explosión impresionante, todo saltaba por los aires". A Myriam Varmantol, una elegante mujer de negocios belga, le salvó la revista que fue a comprar tres minutos antes del primer estallido en el aeropuerto de Zaventem.

"Fue el pánico, la gente corría en todas direcciones, se tiraba al suelo, se metía en los baños...", relató frente al centro deportivo en el que la alcaldía de Zaventem alojó a unas 200 personas, turistas evacuados del aeropuerto, ilesos pero en estado de shock . Allí recibieron la atención de la Cruz Roja, de un equipo de médicos y psicólogos, el calor de una manta y el de numerosos vecinos que se acercaron a reconfortarles, llevarles agua, sopa y unos buenos gofres.

Mercedes, de Badajoz, que celebraba ayer su 51 cumpleaños y había embarcado rumbo a Lisboa con su marido tras visitar en Bruselas a su hijo, también tuvo suerte. Pero contó, con una taza de café en la mano, que de camino al aeropuerto tuvo la sensación de que podía pasar algo grave tras la detención de Salah Abdeslam. "Yo venía con ese miedo", confesó. Miedo, pánico y horror, eran las palabras que más repetían quienes vivieron el atentado en el aeropuerto.

"Es el horror, muchas personas han perdido las piernas", relató un testigo a la agencia Reuters. Algunos escucharon disparos en la zona de salida de vuelos del aeropuerto y un grito en árabe antes de las dos explosiones. "Hubo una primera pequeña explosión y después una más grande en los mostradores", explicó la periodista sueca Teresa Küchler en la web del diario Svenska Dagbladet . "Todo el suelo tembló, había humo por todas partes y gente por el suelo en toda la terminal", añadió.

Niños sin patio

Se repetían las imágenes de gente herida, quemada, sangrando. Luego comenzó el desfile de policías, ambulancias y autobuses para evacuar a fallecidos, heridos y supervivientes. En el colegio Zavo-Basicschool, próximo al aeropuerto, los profesores impidieron que los niños salieran al patio para evitar que vieran esas imágenes y el humo en el cielo tras las explosiones. "Cerramos las puertas y les dijimos a los padres por SMS que los niños estaban bien", contó a este diario la directora del centro, Brigitte Devroye. "Tenemos que vivir con esto, pero es como la tercera guerra mundial", reflexionaba.

J. C. G., ejecutivo de una multinacional del sector sanitario, se encontraba hospedado en el Sheraton Brussels Hotel, a una calle del aeropuerto, cuando estallaron las dos bombas. "No oí nada hasta que llegue a la sala de reuniones y desde allí ví cómo entraban heridos al hotel y desalojaban los dos primeros pisos", relató a este diario. "Había mucho nerviosismo y caos", afirmó este profesional gallego que viajó a Zaventem para reunirse con profesionales sanitarios, entre ellos tres enfermeras catalanas, a las afueras de la capital, informa Mireya Roca .

La policía agrupó a todos los clientes del hotel en una sala de convenciones, donde se les permitió hacer llamadas de móvil pero no conectarse a internet. "Desde las ventanas podíamos ver cómo estaban entrando heridos para ser atendidos", dijo.