Cuando esta noche termine la jornada y miles de catalanes hayan podido votar en el referéndum ilegal por la independencia de cataluña a pesar de las acciones legales llevadas a cabo por parte del Gobierno de Rajoy por impedirlo, la situación en España habrá cambiado y se abrirá una nueva situación en la que el diálogo de debe de anteponer a los intereses partidistas de enfrentamiento y lucha.

La tesis de los independentistas es que pase lo que pase este domingo, el régimen del 78 toca a su fin y las relaciones entre Cataluña y el resto del Estado no volverán a ser iguales. Y las de los partidos soberanistas entre ellos posiblemente tampoco.

Desde la oposición, reclaman a Rajoy que encare el problema de otra forma a la que ha mantenido hasta ahora, PSOE y Podemos consideran necesario abrir un proceso de diálogo que ponga fin a esta crispación provocada por la intransigencia de los separatistas y la judicialización por parte del Ejecutivo central.

Por su parte, Ciudadanos, mantiene su intransigencia y su rechazo total a negociar cualquier cosa. Los cuatro partidos estatales se encuentran en las antípodas en la forma de tratar el problema existente con Cataluña y que a partir de hoy toma una nueva deriva cuyo fin es imprevisible. A esto hay que añadir las decenas de miles de españoles que se manifestaron ayer en toda España a favor de la unidad del Estado.

Desde el independentismo se afirma que Rajoy no es ya un interlocutor válido y lo mismo afirma el Gobierno con respecto a Puigdemont y Junqueras, que han estado arrastrados por la CUP, movimiento anticapitalista y secesionista minoritario. En ansia de poder de PDEcaT y ERC les ha llevado a un callejón sin salida del que ya no podían salir sin que se produjera una revuelta contra sus partidos.

Desde Cataluña se quiere vender la idea de que el régimen del 78, el del consenso tras el fin de la dictadura franquista, está tocando a su fin y que la arquitectura política del conjunto del Estado tiene los pies de barro. Una proclamación en la que coincide Podemos.

A pesar de la situación de los partidos independentistas, el espacio del soberanismo que ahora cuenta con cierto oxígeno dado por el partido de Colau y Podem, puede volver a reducirse de nuevo al núcleo duro -PDECat, ERC y CUP- si finalmente el miércoles se proclama la independencia en el Parlamento catalán. Algo que, según la versión oficial, sucederá a las 48 horas de que venza el sí en el 1-O. Extraoficialmente, fuentes de la Generalitat confirman que todo dependerá del número de gente que vote o quiera votar hoy. Que el líder de la ANC, Jordi Sànchez, hable de un «éxito desbordante» si se alcanza el millón de votos (en el 9-N votaron 2.340.000) puede ser una operación táctica para hablar de exitazo en caso de una votación más amplia, pero también puede ser una muestra de prudencia ante el bloqueo que la policía y la Guardia Civil puedan ejercer este domingo.

Es decir, que el PDECat tiene claro que no se puede proclamar la independencia sí o sí. Mientras que la CUP ha aprovechado los últimos mítines de la ilegal campaña electoral para proclamar que en todo caso ha de impulsar la secesión a partir del lunes si vence el sí en las urnas.

FIN DE ETAPA / Como si se tratara de un hechizo, lo vivido hasta ahora puede ser la antesala de una mayor tensión y crispación que la vivida hasta la fecha. Todo está en manos de los partidos políticos. El problema es que si hasta hoy no se ha logrado abrir un proceso de diálogo, buscando una solución satisfactoria para todos, se muestra difícil que a partir de mañana la situación gire radicalmente y todos los protagonistas se sienten a hablar.

Los partidos independentistas no quieren oír nada sobre convocar elecciones en Cataluña. Todos tienen que perder en estos momentos. En cualquier caso, a partir de mañana, la relación de España y Cataluña ya no será la misma. La cuestión es saber qué dirección tomará y sobre todo el final que tendrá.