María no es de Almendralejo pero ahí vive por seguridad. Se casó embarazada a los 24 años en 1989 con un hombre de familia pudiente al que había conocido dos meses antes sin saber a lo que realmente se dedicaba: el mundo de la droga. Su primera bofetada "se la ganó" al recriminarle que saliera solo por las noches a consumir. A partir de ahí, para ella solo hubo golpes e insultos. Desde entonces, se ha visto muerta muchas veces, pero nunca ha recibido ayuda de nadie, ni siquiera de su propia madre, por miedo.

"Tengo todo el cuerpo señalado. Fruto de las violaciones he tenido dos abortos, me partió la nariz e incluso me agredió con una espada de samurái. También ha llegado a enviarme a un matón por millón y medio de pesetas. Pero lo que más me dolió es que tres meses después de dar a luz, tras una paliza llegó a decirme que primero me mataría a mí, luego al niño y que después se suicidaría él". En este punto, María apenas puede contener las lágrimas. Su hijo, ahora adolescente, "sabe que su padre no le quiere".

Reconoce que lo ha pasado muy mal en la vida, pero afirma que lo tiene superado. Se separó y ahora él no la molesta, "y ni que se atreva". Su agresor está en la cárcel por tráfico de drogas. Cuando lo cogieron, aprovechó y puso la denuncia por violencia de género, pero no sabe lo que pasará cuando salga. María no confía "en la famosa pulserita" porque cree que no impedirá que la mate si quiere. Sigue completamente sola pero se ha vuelto "más dura, más egoísta y sobre todo, más insensible" y por eso tiene claro que si "el monstruo" viene a por ella, el final será la muerte para uno de los dos.