Valdecaballeros nunca ha tenido más de 1.800 habitantes empadronados. Fue precisamente entre 1975 y 1985 cuando alcanzó ese techo, una década en la que llegaron a residir en el municipio y su entorno unas 5.000 personas más no inscritas en el ayuntamiento. Eran los trabajadores --y familiares-- de la central nuclear en construcción. "Llegó muchísimo dinero. Se abrieron restaurantes, concesionarios y hoteles; se construyeron chalets, albergues e instalaciones deportivas que en aquella época no tenía ni Don Benito", comenta el alcalde, David Baños. El, que hoy tiene 31 años, lo vivió en primera persona; su familia se dedicaba al ámbito de la electricidad y trabajaba en la central.

De todo aquello que trajo la carrera nuclear hoy apenas quedan ruinas y abandono. "Nos quitaron el que era nuestro El Dorado ", lamenta el regidor, que como ejemplo del golpe demográfico que la moratoria nuclear supuso para el pueblo pone a su familia: "éramos naturales de aquí, pero el 80% tuvo que emigrar". De sus 1.200 habitantes actuales, hoy están en paro 158. "Valdecaballeros vive de la poca agricultura, ganadería, turismo y albañilería que queda", aunque hay iniciativas en marcha o proyectadas (centrales solares, residencia de ancianos, embarcaderos en el embalse García Sola...). "Pero nos sentimos discriminados. En Lemoniz el Gobierno vendió el suelo para una central de ciclo combinado", se lamenta el alcalde, que sonríe con sorna cuando recuerda que Felipe González se ha vuelto ahora pronuclear.