«Soy granjero. Mis padres murieron y al ser el mayor heredé las tierras y cuidar de mis hermanos. Con lo que daba la granja podíamos vivir. Un día, quemando rastrojos, dañé la de al lado, sin querer. Me condenaron a muerte y escapé. Mis hermanos se quedaron allí, no corren peligro. Durante tres años viajé por Níger, Nigeria y Argelia. En todos los sitios me pegaron, me torturaron, me encarcelaron. En Marruecos trabajé para un hombre que me ayudó, me dio cama, comida y ropa. Por fin pude salir en barca con otras 36 personas, pero nos fuimos a la deriva. Cruz Roja nos rescató tras dos días perdidos en el mar. Solo quiero trabajar y poder volver algún día a Ghana, pero no a mi ciudad».