Uno de los argumentos más repetidos para explicar, siquiera parcialmente, el incremento de la factura farmacéutica del sistema público, es que los medicamentos son cada vez más caros, puesto que son mejores, más eficaces, más específicos para cada tratamiento y con menos efectos secundarios, lo que supone un aumento del gasto en investigación que, evidentemente, el laboratorio que posee la patente, rentabiliza a través del precio del fármaco.

Sin embargo, esta explicación queda muy en entredicho en un informe realizado por la Consejería de Sanidad, que analiza las nuevas medicinas incorporadas a la prestación pública por el Ministerio de Sanidad entre 1996 y el 2001.

En dicho periodo hubo un total de 205 incorporaciones, de las que 112 correspondieron a medicinas enfocadas hacia la Atención Primaria y el resto para hospitales o fuera de financiación pública.

De las 112 medicinas que se pusieron a disposición de los médicos de los centros de salud, todas mucho más caras que aquellas ya acreditadas por el uso a las que venían a sustituir, sólo cuatro (una antimeningocócica ya en desuso, un contraste, un antisarna y un antineoplásico) demostraron una eficacia terapéutica significativamente superior que sus antecesoras.

Las 108 restantes, o aportaron muy poco (27), o nada (75) o su eficacia aún no ha sido calificada (seis).

Sistemas de ahorro

Frente a estas innovaciones, que sólo suponen en la mayoría de los casos más costes para igual o inferior eficiencia, el SES ha elaborado otro estudio donde abunda en un posible método de ahorro, que pasaría por elegir, entre los principios activos de los medicamentos que ahora se prescriben, las opciones que mejor respuesta ofrecen, dentro de cada uno de los nueve subgrupos terapéuticos en los que se dividen los fármacos.

De este modo, según el Servicio Extremeño de Salud, la factura farmacéutica descendería en torno al 10%, lo que supone un ahorro anual de casi 26 millones de euros "el coste de las obras en 17 centros de salud", apostilla el SES.

Como ejemplo, apunta que en el grupo de los antidepresivos, cuyo consumo va al alza, manteniendo la prescripción pero eligiendo lo más eficiente se ahorrarían más de dos millones de euros.

Mientras, en los antiulcerosos, los tratamientos para la úlcera péptica a base de omeprazol bajarían los costes de la sanidad pública en más de seis millones de euros, y, en este mismo supuesto, eligiendo la marca más barata del mercado, el ahorro sería de 7,7 millones.

Gasto en formación

Otra variante en el coste de las medicinas es la parte que se repercute en los precios por la formación que los laboratorios dan a los médicos. En este sentido, el consejero de Sanidad, Guillermo Fernández Vara, reconoce, en una carta abierta a los facultativos, que si la industria no realizase esta labor, debería afrontarla el sistema público con sus recursos.

Sin embargo, el consejero matiza que, en tal caso, "el precio de los medicamentos sería otro", puesto que la Administración los revisaría.

Por ello, y frente a análisis parciales, Fernández Vara aboga en su escrito por "un amplio consenso" para evitar que el problema acarree un deterioro del sistema.