En los momentos de mayor rechazo y aislamiento social, tras la matanza de Hipercor, la banda terrorista utilizó el instrumento de la tregua para negociar con el Gobierno de Felipe González. En 1988, lanzó una tregua de un mes que prorrogó dos más y facilitó el encuentro en Argel de responsables del Ministerio del Interior con los cabecillas de la banda. Las fuerzas políticas rechazaron las pretensiones terroristas y el Ejecutivo dispersó a los etarras por varios países de América Latina y de Africa. En 1981, el ministro del Interior Juan José Rosón había negociado con la rama político-militar de ETA y logrado su desaparición.