Raquel vive con su familia en el cuarto del número 107, pared con pared de la vivienda de la última víctima de violencia de género. Raquel no solo era vecina de Nadia, eran amigas y ayer no podía expresar con palabras todo el dolor que sentía, sobre todo porque ella, como su amiga, se temían desde hace tiempo que podría ocurrir lo que finalmente ha sucedido.

Raquel y su padre fueron quienes se encontraron el cuerpo de Nadia tendido en el rellano con una herida sangrante en la cabeza. Eran las 9.15 de la mañana. Raquel estaba con su bebé en una habitación al final de su vivienda "y escuché un grito como si fuera de una película de terror y supe que era ella, porque conozco su voz, que es una voz muy característica". En ese instante se le vino la imagen de Nadia a la mente, gritó su nombre y salió corriendo hacia la puerta "porque todos los días estábamos pensando en que esto podía ocurrir cualquier día". Dirigió sus ojos a la mirilla, pero un adorno navideño le impedía la visión y al mismo tiempo entreabrió la puerta de su casa, momento en que la vió tendida en el suelo del rellano.

Su primera reacción, para que su padre la escuchara, fue gritar "socorro" y en ese momento, según relató Raquel, el exmarido bajaba por las escaleras desde el quinto piso "con toda la tranquilidad del mundo" empuñando una pistola (que según esta testigo podía medir palmo y medio) y al tercer peldaño, mirando para ella, le dijo: "La he matado porque me ha amenazado". A partir de ahí no recuerda qué sucedió, solo que cerró la puerta de nuevo y se fue deprisa a avisar a su padre de lo que pasaba y a acercarse al teléfono para llamar al 112. La primera reacción de los servicios de urgencias --según esta testigo-- fue de cierta incredulidad, cuando escucharon del otro lado de la línea que se había producido un asesinato en Ricardo Carapeto. No se enteró de nada más, hasta que un policía nacional que le tomó declaración le informó que el exmarido se había tirado desde la ventana del quinto piso.

Al lugar de los hechos se acercaron agentes de la Policía Local y del Cuerpo Nacional de Policía. Cuando llegaron ya no se podía hacer nada por la vida de Nadia.

Raquel cuenta que su amiga, desde que su exmarido tenía la orden de alejamiento, "hacía una vida todo lo normal que podía", dedicada a su hija de ocho años. Hasta antes de ayer estuvo con ella pasando unos días una sobrina, hija de una hermana que vive en Málaga, pero se tuvo que marchar por motivos de trabajo. "Nosotros --manifestaba-- le hemos dado todo el apoyo que hemos podido, porque era una situación un poco difícil la que tenía". Sin embargo, no se había planteado regresar a Marruecos.

Actitud seria

Nadia había acudido, como todas las mañanas, al colegio Luis Vives a llevar a su hija, que está en tercer curso. Otra madre de un alumno de este centro, Conchi Clemente , fue tal vez una de las últimas personas que la vio con vida. Tras lo sucedido, rememoró que "la vi muy seria", más de lo habitual, pues de hecho el día anterior también se encontró con ella y estaba muy sonriente porque su hija salía de clase diciéndole que había sacado un 10 en un examen. Ayer su rostro era distinto. Otra madre insistió en invitarla a desayunar pero no quiso y se marchó directa a su casa.