Los electores del nuevo papa han lanzado un órdago sobre la mesa de la cristiandad. El pulso más firme. En su presentación como Benedicto XVI, Ratzinger se ha autodefinido como "instrumento insuficiente", pero hasta ayer muchos le llamaban "panzer-cardenal" por su determinada severidad frente a cualquier forma de transgresión de la ideología. Quizá sus electores hayan visto en él la única garantía para encarar una reclamada reforma de apertura de la Iglesia católica.

1. ¿Qué sector electoral se ha impuesto?

La candidatura de Joseph Ratzinger fue lanzada originalmente por 20 de los 27 cardenales que trabajan en el Gobierno central (Curia). A la misma se unieron, en los días precedentes al cónclave, el Opus Dei, los Legionarios de Cristo y los Focolares (Hogares).

Haber llegado a su elección con tan sólo cuatro votaciones significa que el bloque que le apoyaba era mucho mayor de lo que se suponía, por lo que la línea aperturista, simbólicamente liderada por Carlo María Martini, ha podido combatir muy poco para sacar un candidato propio. Además, los innovadores no tenían de salida ningún candidato único de tanta solera.

Por otra parte, el nuevo pontífice era uno de los dos únicos cardenales nombrados todavía por el papa Pablo VI, lo que junto con el cargo que ha ocupado durante 20 años, le había convertido en el candidato más conocido.

Como decano del colegio cardenalicio, durante el último mes ha pronunciado los sermones más importantes del Vaticano, en los que ha ofrecido una despiadada radiografía de la Iglesia, y que parecieron más bien un verdadero programa de gobierno papal.

2. ¿Será el papa Benedicto XVI otro Juan Pablo II?

A Ratzinger no le gustan las multitudes, sino las relaciones personales. No es un deportista, sino un intelectual y topo de biblioteca. No tiene ningún carisma televisivo, ni expresa la vitalidad del eslavo Karol Wojtyla escogido en la plenitud de su madurez. Ratzinger se encuentra en la última etapa de su vida y con un ictus en su haber.

El fallecido pontífice polaco era pasional, Ratzinger es un aristocrático alemán, racional y frío, aunque matizado por sus orígenes bávaros. Ama a Mozart, frente a la épica coral de Wojtyla. Es barroco: pondría el altar de espaldas a los fieles y recuperaría el latín.

3. Una vez papa, ¿Ratzinger seguirá siendo Ratzinger?

El cardenal francés Roger Etchegaray, considerado como aperturista, le definió tiempo atrás como "un clarividente y coherente, mucho menos rígido de lo que parece". Los hombres y las mujeres que en estos 20 años han colaborado con él le describen como "una persona dulce en lo privado".

En una de sus frases más célebres afirma: "La bondad implica también la capacidad de decir que no, una bondad que pasa por encima de todo no hace bien al otro".

En el Vaticano se explica que el cargo de pontífice infunde una nueva marcha a la personalidad de un cardenal, como quien asegura que no es lo mismo ser papa que se "gran inquisidor".

4. ¿Qué piensa de la Iglesia y los desafíos del mundo moderno?

Es contrario al matrimonio de los curas y al sacerdocio de las mujeres. Ha condenado la homosexualidad ("desorden objetivo"), el comunismo ("una vergüenza de nuestro tiempo") y el capitalismo desenfrenado ("la caída del comunismo no certifica automáticamente la bondad del capitalismo"). Ha procesado a decenas de teólogos católicos, condenando su libertad de investigación. Ha atribuido el escándalo de los curas pederastas a "un malentendido" sobre el Concilio Vaticano II y también la importancia que desde entonces se da al "pueblo de Dios", los católicos de a pie.

Ha definido el catolicismo como la mejor religión ("sólo en la Iglesia católica hay salvación eterna") y el terrorismo islamista como hijo, en parte, de los terrorismos occidentales.

Sobre la curia ha dicho que "es una máquina complicada" y que una "gran administración comete errores", razón por la que "cada generación hace una reforma de la misma" y que "el próximo papa hará otra". Sobre la miseria que existe en gran parte del mundo, ha dicho que "impide al hombre vivir la alta vocación a la que ha sido llamado" y que "los problemas del mundo son los de la Iglesia".