Rafael Garzo se encaramó a las escaleras del auditorio de San Francisco y gritó: "Es mentira, no hay pacto. ¡A votar!". El ejecutivo cacereño del PP tenía razón. A pesar de la intensidad de las presiones de última hora, el pacto del pozo no había sido posible.

Oscar Baselga decidió emular al rebelde Baltar, líder en Galicia del llamado sector de la boina, un hombre que llega a los mítines tocando el trombón en una charanga y que a punto ha estado de acabar con la salud de Manuel Fraga. A Baselga pudo salirle bien la jugada, pero Carlos Floriano resistió las presiones de Acebes y no hubo pacto.

Como Baselga no toca el trombón, se conformó con contratar a la charanga Veracruz de Montijo y a dos chicas que repartieron 600 botellas de vino Ribera del Guadiana con la pegatina baselguiana. Cuando a las 17.20 horas llegaba el exdelegado del gobierno al congreso, la charanga se arrancó con el himno de Extremadura, pero no fue capaz de disimular la patética soledad del líder: Oscar Baselga entraba en San Francisco en la única compañía de Pedro Acedo, de su hermano Fernando y del diputado nacional Germán López.

Diez minutos antes había aparecido Carlos Floriano en olor de besos, abrazos y parabienes y bien escudado por Laureano León, Celdrán y Saponi. A partir de ese momento, comenzaba el suspense. Porque mientras los compromisarios escuchaban en el salón de plenos ponencias e informes, el verdadero congreso se ventilaba fuera: en el claustro de San Francisco y en la sala capitular del convento.

LOS DE MADRID Madrid había enviado a tres emisarios de peso con la orden de conseguir un pacto como fuera. Se les vio por primera vez a las 17.30 horas junto al pozo gótico del convento. Se trataba de Juan Carlos Vera, secretario nacional de Política Territorial del PP, Alvaro Moragas, adjunto a la misma secretaría, y José María Arribas del Barrio, de la sede nacional.

Vera charlaba por el móvil y llamaba a los baselguistas al verdor del claustro. Negociaba con ellos junto al brocal del pozo y la cosa quedaba clara: pactarían si Oscar se hacía con la secretaría general y obtenía una presencia del 40% en la ejecutiva regional.

Tras las deliberaciones del pozo, el pacto parece posible. Vera llama a Carlos Floriano, que se introduce con Laureano León en la sala capitular del convento. Al rato entra Baselga y la puerta se cierra a cal y canto para 23 periodistas.

Pero, ¡eureka!, EL PERIODICO descubre entre cortina y cortina un resquicio por el que se contempla la escena que pudo ser del sofá, pero no: ni Floriano ni Baselga llegaron a sentarse en el tresillo de la sala. Hablaban, hacían aspavientos y Floriano respondía que no a las pretensiones del contrincante.

Baselga salía y se iba al pozo. Transmitía las noticias y su gente erre que erre: secretaría general y 40%. Vuelta a la sala, se observa más conversación entre cortina y cortina y el pacto del pozo no es posible. A las 18.10 horas, los baselguistas dejaban el pozo y presentaban su candidatura.

Floriano se marchaba al salón plenario y Vera salía al aparcamiento y llamaba a Acebes para darle la mala nueva. Ultimo intento. 18.15 horas: Vera entra en el auditorio apresuradamente y llama a Floriano: "Ven, que Acebes quiere hablar contigo desde Galicia". Otra vez al aparcamiento. Floriano se reafirma en su no y Acebes descubre que no es lo mismo Baltar que Baselga ni Extremadura que Galicia: aquí también hay charangas, pero no pactos.