Hay mucha reticencia aún por parte de las familias y son muy pocas las que se deciden a dar el paso en la región. Los datos dicen que seis de los 325 niños que vivían en centros de menores iniciaron el año pasado la convivencia con una familia ajena a su entorno. Parece evidente que, según esos datos, esta alternativa de convivencia para los menores que no pueden estar con sus padres tiene aún un calado mínimo en la región. Pero también esos seis niños suponen al menos el doble de los que accedieron el año anterior a esa alternativa y eso para Cruz Roja es un paso de gigantes en el objetivo de que todos los menores bajo la tutela de la Junta puedan disfrutar del derecho a vivir en familia.

«Para nosotros seis niños es mucho, porque en Extremadura estamos partiendo ahora con el acogimiento en familia ajena», dice Cristina Fabián Sánchez, Coordinadora del Programa de Acogimiento Familiar de Cruz Roja. De hecho, lograr que este año otros diez menores llegaran a otras tantas familias sería «un éxito», añade la responsable pacense del programa en la oenegé que trabajadesde hace dos décadas con la Consejería de Sanidad y Políticas Sociales.

«Nuestro objetivo es que los niños que están en centros pasen a estar con familias, aunque el acogimiento residencial no es ni mejor ni peor. Es compatible y hay niños que no pueden estar en familia porque es necesario hacer con ellos un trabajo más terapéutico en los centros porque están más dañados», señala Fabián, y recuerda que tanto una modalidad como otra persigue «la protección del menor» cuando los padres no pueden hacerse cargo de sus hijos y el entorno familiar tampoco.

Cuando faltan los padres (porque no tienen recursos, por enfermedad, porque entran en prisión...) lo habitual es que la primera opción de acogida tras estar bajo la tutela de la Junta sea el entorno familiar, con el fin de evitar el desarraigo del niño. Pero si este no puede hacerse cargo, entonces se trabaja en la opción del acogimiento en familia ajena o en un centro de acogida. Esta última es la alternativa más extendida, principalmente por la falta de padres candidatos.

CAMPAÑA/ Junta y Cruz Roja tienen una campaña informativa en marcha desde el año pasado con el objetivo de difundir esta fórmula de convivencia y salvar las reticencias de las familias. Dos de las más extendidas es el temor a la despedida (porque el acogimiento es siempre temporal) y la necesidad de mantener el vínculo con la familia biológica. «Es fundamental tener en cuenta que esto no es una adopción, es acogida, por lo que las familias de acogida tienen que ser conscientes de que el menor tiene una familia; y también deben enfrentarse al hecho de que el niño no va a estar siempre con ellos, se va a marchar aunque no saben cuándo», recuerda la técnico de Cruz Roja. De hecho, los padres de acogida no serán los tutores del menor (como sí sucede en el caso de los padres adoptantes), sino que será la Junta de Extremadura la encargada de la tutela, aunque la familia sí toma las decisiones del día a día.

A raíz de la campaña en marcha, 317 familias (203 en Badajoz, 115 en Cáceres) solicitaron en 2017 información sobre el acogimiento. Sin embargo, menos de un tercio (73) se interesó después por seguir adelante con una entrevista presencial; y una proporción aún menor completó la solicitud para ser familia acogedora. Únicamente 11 familias lo pidieron, según los datos de la Consejería de Sanidad y Políticas Sociales, que matiza además que no todas esas solicitudes están vivas, bien porque ya se les entregó un menor en acogida, porque decidieron paralizar el proceso o porque la evaluación técnica no los considerara aptos.

GENEROSIDAD/ La acogida es un acto de generosidad por el que una familia abre su casa a un niño con el que no tiene ningún vínculo. Cualquier modelo de familia puede solicitarlo. «Lo que se les pide es incondicionalidad, porque puede llegar una enfermedad sobrevenida o dificultades en su comportamiento, como puede ocurrirle a cualquier niño», recuerda Fabián.

Y junto a eso, antes de que una familia sean candidata debe pasar una valoración que incluye trámites administrativos, formación y tantas entrevistas como los técnicos consideren necesarias, tanto con los progenitores como con hijos o mayores que vivan en la casa. «No solo acogen los padres, acoge toda la familia. Y si hay niños es necesario que ellos también sepan dónde están», dice Fabián.

En ese trámite los padres pueden decidir con qué tipo de acogimiento se quieren comprometer (puede ser de urgencia, por un máximo de seis meses; temporal, por un periodo de hasta dos años; o permanente, hasta la mayoría de edad del menor prorrogable hasta 21 años) y el rango de edad de los niños que acogerían. «La ley prima los acogimientos de niños de hasta seis años y las familias optan normalmente por niños pequeños, porque entienden que son más fáciles de llevar, pero no se puede olvidar que los niños de siete, ocho o diez años son también niños», advierte la técnico, que rompe también una lanza en favor del acogimiento de adolescentes: «son más conscientes de donde están y también se puede trabajar bien con ellos. Ojalá pudiéramos sacar más de los centros de menores», dice la coordinadora del programa de acogida en Badajoz.

El seguimiento por parte de los técnicos es continuo. La frecuencia de las reuniones varía en función de la modalidad de acogida, pero también de las necesidades de los padres y del menor. «Va a depender de cómo van gestionando el día a día y de si son capaces de resolver las situaciones que surgen», señala Cristina Fabián. Con los padres se incide en esas situaciones y con los menores, sobre todo, en su historia de vida (porque especialmente en el caso de los niños pequeños, van perdiendo esa referencia de sus orígenes poco a poco). También se trabaja con el centro escolar, para que los profesores conozcan la situación del niño, puedan comprender sus circunstancias y atenderlas.