1. Debe primar recuperar la dignidad del médico. El es el poseedor del conocimiento y depositario de la confianza del ciudadano. Debe recuperarse la autoridad clínica, el prestigio del médico y su prestigio social. Para ello debe procurarse que se oiga su voz en los órganos de decisión. Nadie cuestiona las máximas del modelo (universal, gratuito y equitativo), pero sí su funcionamiento, sostenibilidad y coordinación entre las 17 autonomías. Sin coordinación no existe equidad.

2. Su eficacia está demostrada en otros países, pero puede generar inequidad. No es seguro que fuera la solución. De hecho ya hay copago: el 40% del sistema se paga con nuestros impuestos. Mucho antes que la opción del copago, hay otras cosas fundamentales que mejorar. Por ejemplo, la educación sanitaria del paciente. La sostenibilidad pasa por regular el flujo de pacientes, analizar el mal uso y penalizarle cuando llega el caso. Algo que mejoraría la situación sería propiciar más la autogestión del profesional sanitario. El médico de Primaria reclama gestionar su cartera de enfermos, su agenda y pide más autonomía en sus decisiones.

3. Una solución sería aprovechar más las instalaciones con sesiones vespertinas e incluso nocturnas en el hospital y centros de salud. Pero ello exigiría más personal de todo tipo, lo que la hace difícilmente viable. Y hacer énfasis, como se está haciendo, en la cirugía ambulatoria, en hospitalizaciones de más corta estancia y en agilizar la actuación de los servicios generales.

4. El salario de los sanitarios, como en cualquier otro colectivo, debe establecerse en función de la responsabilidad y de la intensidad del trabajo que asumen. Cuando percibe que su salario está en consonancia al nivel de vida de la sociedad, no reclama su incremento y no precisa ningún incentivo.

5. Se impone se establezca un sistema de compensación o que la remuneración de los mismos sea independiente del número de tarjetas sanitarias individuales que han de atender en sus consultas.

6. No es suficiente decir si hay muchos o pocos médicos. Se trata de conseguir profesionales formados para trabajar. En las últimas décadas ha faltado planificación y ha sobrado rigidez. Y ha existido una campaña mediática que ha forzado a aumentar un 30% la admisión en primer curso de Medicina, casi a coste cero, sin más recursos y con el riesgo de disminuir la calidad de la formación. A priori, bastaría con incrementar las plazas de formación MIR, pero tiene sus límites, pues hay que preservar la calidad de la formación.