Pedro Sánchez inauguró ayer el pleno de investidura admitiendo que le toca asumir la presidencia del Gobierno en «un tiempo doloroso» y que, sin embargo, está convencido de que esta coalición de izquierdas despierta una «enorme dosis de esperanza, optimismo e ilusión» entre la ciudadanía. Para encarar ese futuro, para abrir una nueva etapa, se comprometió a situar como prioridad absoluta la resolución del conflicto político con Cataluña a través del diálogo, que dice afrontar con «voluntad firme y honesta» tras admitir que asume esta crisis como un «fracaso político».

Apeló a que el país «recomience» para alejarse de la vía judicial, de los rencores, de la crispación, en un hemiciclo que ignoró ese llamamiento y se enzarzó en un debate que se movió entre discursos apocalípticos y regates zafios. El candidato eludió dar detalles sobre el pacto con ERC, pero glosó lo que ya se sabía del acuerdo con Pablo Iglesias, y trató de desmontar la concepción patriótica que agita la derecha, a la que acusó de haber asumido los valores de los ultras tras abandonar el centro. Garantizó que «no se va a romper España y no se va a romper la Constitución» por impulsar el entendimiento con quienes piensan distinto. Llamó a corregir los «desgastes acumulados» del sistema autonómico y denfendió que la patria no es solo la bandera. «España es también los impuestos que pagamos».

Aprendida la lección del debate electoral, replicó no solo a Pablo Casado, sino también al líder de Vox. «Míreme a los ojos», reclamó a Santiago Abascal. Abrazó a Iglesias y, en breve, superó el trago más complicado.

En las largas horas del pleno, Sánchez trató de desmontar la idea, jaleada por la derecha, de que el acuerdo con ERC dinamita la soberanía. Repitió que todo el diálogo que se aborde estará dentro de la Constitución, fue algo más allá al subrayar que «la ley por sí sola tampoco basta», porque si la legislación «es la condición, el diálogo es el camino». Fue sin duda su discurso más empático con las distintas sensibilidades que habitan Cataluña. Habló del «dolor» que ha causado la «deriva judicial», y reivindicó que «los sentimientos no se imponen, ni se prohíben». Hizo un reconocimiento expreso de quienes se sienten «agraviados» y quienes se sienten «ignorados en su propia tierra» para subrayar que la clave de la cohesión es compatibilizar percepciones distintas de una España «diversa».

Enfatizó su compromiso por fijar como «prioridad absoluta» el diálogo para resolver el conflicto catalán, convencido de que no se puede «asumir la herida territorial como una dolencia crónica destinada a pasar de generación en generación». «Superaremos el conflicto político que desde hace demasiado tiempo erosiona Cataluña y enturbia las relaciones entre Cataluña y España», auguró. Aunque pasó de puntillas sobre el pacto con ERC, que establece que la mesa de gobiernos empezará a trabajar en quince días, recordó que en once estatutos de autonomía se reconoce la capacidad de convocar esas votaciones. Al portavoz de los republicanos, Gabriel Rufián, le garantizó la creación de dicho foro, aunque admitió que el trabajo es tan complicado que es muy posible que solo logre encauzarse la situación, llegar a un «equilibrio».

Su discurso inicial y sus réplicas a la oposición estuvieron impregnadas de críticas a Casado, a quien acusó de abandonar el centro y de asumir los postulados de Vox. Le reprochó tratar de «apropiarse» del patriotismo o la bandera y, con una dialéctica muy similar al del primer Podemos, defendió la patria son los servicios públicos, la justicia fiscal, el Estado de Bienestar.

LA PATRIA, LOS IMPUESTOS/ Entre sus dardos a la bancada derecha dio por hecho que le pondrán nuevas «zancadillas» como las de las últimas horas, sin referirse directamente a la controvertida resolución de la Junta Electoral Central (como tampoco hizo Iglesias), pero advirtió a PP, Vox y Cs que aunque «agitan sus peores presagios sobre el porvenir de España», él no comparte «sus terrores». «Este será un Gobierno que enarbolará y que hará honor a nuestra bandera, nuestras banderas, pero jamás se camuflará tras ellas para herir a otros compatriotas», sentenció.

Sánchez defendió un gobierno progresista, basado en una idea de libertad alejada del imaginario neoliberal. Habló de la prohibición de nuevas amnistías fiscales, la igualdad efectiva, la derogación de la lomce, la religión como asignatura voluntaria, topes al precio de la vivienda, memoria histórica y lucha contra el fraude.