Cualquier desplazamiento por Irak obliga a no hacer demasiadas previsiones sobre la duración del trayecto. Hay que salir del punto de origen con antelación desmesurada y estar preparado para cualquier imprevisto. En este "conflicto de baja intensidad" en que se ha convertido la posguerra iraquí, las carreteras son una caja de sorpresas que puede ser peligrosa.

Los sufridos conductores se han visto sometidos en los últimos meses a una especie de curso acelerado sobre los entresijos de la geografía vial del país. Autopistas y carreteras cortadas por las fuerzas de la coalición ocupante obligan a menudo a buscar rutas alternativas.

Otras veces se producen descomunales atascos por los efectos de los checkpoints de las tropas o de la policía iraquí. Todo ello, agravado porque el trazado de muchas carreteras pasa por el centro de las poblaciones convertidas en una especie de mercadillo en el que se forman embudos insuperables.

TRAMPA MORTAL Todo esto que parece anecdótico puede resultar, sin embargo, una trampa mortal. Hace exactamente una semana, dos soldados de EEUU fueron víctimas de un ataque en Mosul cuando el vehículo en el que viajaban quedó atrapado en un atasco. Una multitud se abalanzó después sobre los cuerpos de los infortunados.

Los bordes de las carreteras son un lugar preferido por los insurgentes para ocultar artefactos que hacen estallar por control remoto al paso de convoyes. A veces, los automóviles que tienen la mala suerte de transitar por el lugar también pagan las consecuencias.

Otra táctica de los guerrilleros es la de tender emboscadas y, aunque los atacantes siempre buscan la sorpresa, a veces se producen enfrentamientos armados entre los insurgentes y las fuerzas ocupantes en plena vía pública. El denominado triángulo suní, al norte de Bagdad, es escenario habitual de estos episodios. Y, por supuesto, la noche está vedada. En muchas zonas, un desplazamiento nocturno es casi un suicidio.