Una generación que sabe cómo estirar el dinero, cómo pelear en condiciones adversas, cómo hacer malabares para ahorrar. Tanto que con sueldos mínimos vuelven a ser, en muchos casos, el soporte fundamental de una familia donde hijos y nietos están en paro. Dicen que se apañan, que van tirando, pero año tras año ven cómo más que vivir, sobreviven. Y han dicho que están hartos, que no pueden más. Por ellos y por lo que vienen detrás. En Extremadura uno de cada tres pensionistas está por debajo del umbral de pobreza (más de 87.900 que apenan reciben 8.200 euros al año) y la mitad no llega al salario mínimo interprofesional (735,90 euros). Y quienes sí cuentan con un sustento en condiciones comparten la misma indignación por solidaridad y por defender un sistema justo que no castigue siempre a los más débiles.

La carta que han recibido recientemente del Gobierno anunciando que el aumento de este año sería, otra vez, solo del 0,25% ha sido la última gota. Llevan cinco años con esta subida «ridícula» mientras que la vida (la factura de la luz, la cesta de la compra...) se incrementa mucho más, así que cada vez tienen menos dinero en el bolsillo.

En la región hay 224.619 pensionistas y la nómina media es de 774,41 euros al mes, la más baja de España. La pérdida este año, por ejemplo, será de 135 euros con respecto a 2017.

«Llevamos toda la vida luchando para conseguir los derechos que ahora disfrutamos. Defendemos lo que nos pertenece y el futuro», es el mensaje que lanzan.

Hoy la voz de los mayores vuelve a la calle. Hay hasta 15 manifestaciones convocadas por diversos municipios para reclamar «dignidad» y para dejar claro que las pensiones deben blindarse, que es un derecho más como la sanidad o la educación.

LA MUJER RURAL / Una de las realidades más duras son las no contributivas. Y en este sentido, desde la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur), ponen el foco en la brecha de género que existe en los pueblos: «El trabajo de las mujeres está invisibilizado. Su papel al frente de explotaciones agropecuarias, en la mayoría de los casos, no se recoge en el régimen de la Seguridad Social y, por otra parte, tienen menos oportunidades laborales que los hombres o que las mujeres en las ciudades. Esto hace que cuando llegan a la edad de jubilación obtengan las pensiones más bajas: no contributivas y de viudedad. Las primeras pueden llegar a ser incluso de poco más de 90 euros. Las segundas, de menos de 370. Además, la falta de servicios hace que todos los cuidados recaigan sobre sus hombros».

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha prometido una mejora del sistema y ha asegurado que no hay «motivos para el desasosiego». Pero los afectados consideran que ya hay argumentos de sobra para la indignación. Por ellos y por los que vienen detrás, para los que ven un futuro aún más hostil.

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