"La Tierra Santa necesita reconciliación: perdón, no venganza; puentes, no muros". Mientras las campanas de la Ciudad Vieja de Jerusalén doblaban a réquiem cada hora, mientras los fieles palestinos depositaban sus velas en la iglesia de la Natividad de Belén, mientras la comunidad cristiana árabe-israelí se daba cita en Nazaret, estas palabras de Juan Pablo II resonaban en la ciudad santa para las tres religiones monoteístas. En Jerusalén y toda Tierra Santa, judíos, musulmanes y cristianos, coincidieron ayer en lamentar la muerte de un Papa que, en un viaje en marzo del 2000, trajo a esta región su mensaje de paz.

"El Papa siempre será para nosotros el peregrino de la paz. El hablaba de seguridad para el pueblo israelí y de los derechos legales del pueblo palestino, exigiendo el fin de la ocupación militar", dijo Michel Sabbah, el Patriarca Latino. Paz era la palabra que más repetían los cristianos de todas las confesiones que ayer asistieron al Convento de San Salvador y al Santo Sepulcro en Jerusalén cuando se les preguntaba por Juan Pablo II.

Unanimidad

Es raro ver en esta región la unanimidad de la que ayer hicieron gala palestinos e israelís. Para los israelís, Juan Pablo II fue el papa que impulsó la reconciliación entre judíos y cristianos. "El Papa era un hombre de paz, un amigo del pueblo judío", dijo el primer ministro, Ariel Sharon. "El pueblo judío recordará al Papa, que rechazó los prejuicios contra los judíos", dijo el presidente israelí, Moshe Katsav.

Tres gestos guardan en su memoria los judíos del pontificado de Juan Pablo II. En 1986 fue el primer Papa en visitar una sinagoga, en Roma. En 1993, el Vaticano estableció relaciones diplomáticas con Israel. Y durante el peregrinaje a Tierra Santa, el Papa rindió homenaje a las víctimas del Holocausto.

Los derechos palestinos

Mahmud Abbás (alias Abú Mazen ), presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), describió a Juan Pablo II como "una gran figura religiosa que dedicó su vida a defender los valores de la paz, la libertad, la justicia, la igualdad entre razas y religiones y el derecho de nuestro pueblo a la independencia". Hamás recordó que el Papa "siempre defendió a los oprimidos". El ministro de Asuntos Exteriores, Nasser al Kidwa evocó que el peregrinaje del Pontífice "incrementó la esperanza del pueblo palestino".

En las lluviosas callejuelas del barrio cristiano de la Ciudad Vieja de Jerusalén, las pocas tiendas que ayer estaban abiertas mostraban fotos del peregrinaje del Papa a Tierra Santa. Aquel viaje --que el arzobispo de Milán, Carlo Maria Martini, calificó como "el más difícil de su pontificado"-- nació como un deseo personal de un Juan Pablo II anciano y ya enfermo de visitar los parajes bíblicos y se convirtió en un difícil encaje de bolillos en el que había que contentar a judíos y musulmanes, sin perder de vista las dificultades de la comunidad católica en la zona. Para la historia, además de los gestos hacia los judíos, quedará la mano izquierda del Papa ante las trampas políticas que ambas partes le pusieron en Jerusalén, la misa en Belén y su masivo encuentro en un campo de refugiados palestino.