Extremadura cuenta ya con dos ejemplos emblemáticos de rehabilitación de instalaciones industriales abandonadas como son el Museo Vostell-Malpartida y la Mina de La Jayona, además de otras recuperadas también por iniciativa de la Administración regional, local o de particulares.

En el caso del museo, la llegada en 1974 del artista alemán a Los Barruecos, y su utilización del antiguo lavadero de lanas como sede para albergar sus obras, consiguió evitar la ruina total de las dependencias. Sin embargo, sería en 1988, con la declaración del recinto como Bien de Interés Cultural, y 1991, al firmarse el acuerdo para poner en marcha el plan de adaptación, cuando la rehabilitación de las edificaciones tomase un impulso definitivo.

Se recuperó así un conjunto de inmuebles construidos a mediados del siglo XVIII, y que en su época de esplendor, a mediados del XIX, llegó a tener una producción de 80.000 arrobas de lana lavada al año, que se destinaban a las industrias textiles de todo el continente. Luego, la actividad decayó y las edificaciones comenzaron a utilizarse únicamente para encerrar el ganado.

En cuanto a La Jayona, su vida como explotación minera fue bastante efímera, ya que abarcó únicamente el periodo 1900-21, durante el cual se extrajeron unas 270.000 toneladas de mineral de hierro, que eran transportadas por un cable aéreo hasta la estación de ferrocarril de Fuente del Arco y de ahí, por tren, hasta la fundición de Peñarroya.

De esta actividad quedaron seis niveles de galerías, colonizadas poco a poco por sonidos, juegos de luces y una flora y faunas favorecidas por el ambiente húmedo, que ha dejado un espacio de gran belleza ahora visitable, y protegido por la declaración en 1997 como Espacio Natural.